Copio.- ( Leer la pg. anterior.)
Hete aquí que el compadrito nos dijo: ¿ les gustó el Moscato?
Nosotras al unísono: Sí estaba muy rico, heladito y fresco. ( el local estaba con mucho calor por los hornos encendidos y además como es pequeño )
El compadrito: ¿Y no se servirían otro vaso?
Nosotras con cara de ...bueno...si no hay otra...Y ahí no mas nos mandamos el segundo vaso de Moscato, heladito, fresco y dulzón.
A todo esto El Pirilo, cuando nos sirvió el segundo vaso, hizo un gesto medio raro como burlón, pero...nosotras, que estábamos muy ocupadas en comernos la segunda porción de pizza, ni nos animamos a preguntarle el por qué del gesto.
Bueno, terminamos, la pizza y el vinito, ya se había ido solito por la garganta de las dos. Entonces nos acordamos ( con la pancita llena y el corazón contento ) que el plan original era ir a escuchar tangos al bar Sur. Pagamos, a un Pirilo muy sonriente, y empezamos a salir del local, que como ya conté estaba como un horno.
Salimos a la acera y...Capaplúm, cada una tuvo que afirmarse de la pared, porque parecía que la calle se había convertido en una calesita, ambas subidas a ella sin saber cómo lo habíamos hecho. Mareadas como si hubieramos dado vueltas a mil, ambas apoyandonos en la pared, así vestidas para salir y con unos tacos altos, que apenas podíamos caminar, pudimos llegar a unos asientos en las afueras de una heladería y allí nos quedamos ambas, medio riendonos, sabiendonos, casi, casi beodas por el famoso Moscato y las invitaciones del compadrito.
Recién ahí entendimos las sonrisas socarronas del Pirilo.
Esa fue nuestra aventura, de señora pitucas, en el barrio de San Telmo. De esto hace ya muchos años, pero igual cuando la recuerdo, no puedo dejar de acordarme del Pirilo y del compadrito. Y reirme, reirme, porque la vida es...recuerdos y sonrisas...a veces.
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