Cuando por fin la casa estaba lista, eso significaba que los pisos limpios y brillantes, la vajilla muy bien lavada y seca, guardada en el estante principal del bargueño ( mueble tipo colonial )la biblioteca impecable, el living con sus muebles sin nada de polvo y con los almohadones en su sitio, el comedor con el mantel ya puesto, ese que era de lino blanco, bordado por las monjas de la Providencia, el jardín con los canteros sin malezas y con copetes ( flores ) de colores amarillos y naranjas, y los cuadros todos bien puestos en la pared del pasillo de entrada. En fin, la casa reluciente y esperando el gran día.
Por fin este llegaba, los invitados empezabana arribar desde la tarde temprano, a veces tanto, que la Petronila estaba durmiendo su siesta, ya que, ese día le tocaba trabajar hasta la madrugada. Entonces ella dormía unas dos horitas, a primera hora de la tarde. Ella así, no escuchaba el timbre campanilla y la tía tenía que abrir en persona, la puerta de calle, pero no se molestaba por eso, porque sabía que la Petro, estaba en su derecho de dormir su siestita.
A esa hora los moscardones zumbaban en el jardín, además sus cuatro árboles de duraznos estaban en flor, los canteros repletos de flores de colores, y la grava del piso era de restos de conchillas de mar.
Todos los mas chicos, estábamos a esa hora, preparándonos, para la fiesta, cada uno tenía que hacer algo de arte, era la tradición de la familia. Algunos recitaban poesías aprendidas de algún autor conocido, otros las escribían ellos mismos, los menos pintaban tarjetas alusivas, con frases de felicitaciones, y algunos escríbíamos pequeños mensajes de buena fortuna.
Así iba pasando la tarde, en que todos los que vendrían eran esperados por la tía vestida con un vestido de seda y encajes de color malva, que ella siempre lucía ese día. Lo único que cambiaba en su atuendo, era el peinado. A veces el pelo enrulado largo y de color miel, suelto, otras veces un gran rodete en lo alto de la cabeza, simulando una corona, otras en trenzas pequeñas, que entrelazadas entre ellas, le rodeaban la cara, y muy pocas veces una gran hebilla de nácar puesta sujetando los rulos detrás de la nuca.
La tía era viuda, de años ha, por eso todos los invitados varones eran vistos por sus hijos ya mayores como posibles maridos, aunque ella repetía una y otra vez que jamás se casaría de nuevo..
Sin embargo ese año, llegó el Poeta al país de vuelta del exilio, por eso era el invitado mas importante, de la velada de celebración del cumpleaños de la tía. El vendría con su señora de aquellos tiempos, una señora muy linda, ya entrada en años para él, que todos los asistentes querían conocer. De ello se había hablado toda la última semana, causando la curiosidad entre los grandes y los chicos. Así que, este año prometía una especial atención de parte de todos los invitados y los de la familia.
El Poeta, al fin llegó acompañado de su señora, llamada La Hormiguita. Era muy linda y el Poeta la traía del brazo, cuando entró con toda ceremonia, pasó entre los invitados, que estaban todos arremolinados en el pasillo y antejardín, para verlo de cerca a él y su señora. La tía los recibió con un abrazo haciendolos pasar al living y así se inició la velada de ese día memorable.
Porque ese día llegáron amigos del Poeta, que él había querido invitar, a lo cual la tía no pudo negarse, todo lo contrario, pensó quizás así su cumpleaños, sería mas inolvidable. Entonces llegó el Pintor, ese artista, que pertenecía al grupo de amigos selectos del Poeta, que lo presentó a mi tía. Ambos se dieron la mano y mi tía se sonrojó. Esto lo puedo asegurar, porque yo estaba casi al frente de ella.
Sentada en una silla, en el lugar que era de un adulto, me había colado, sin que nadie se diera cuenta, porque la curiosidad era grande y podía mas, que el miedo a un tirón de mechas. Así estuve de espectadora, hasta que de un momento a otro, le dije una frase al Poeta, porque encontraba que él, no era igual a la foto, que había visto en la biblioteca. Ahí se armó una algarabía, algunos quisieron tomarme del pelo y sacarme rápido del salón. Sin embargo, EL mirándome divertido, me preguntó, por qué le decía eso. Yo dije: Que me parecía, que El no era el del retrato, porque era mas viejo, gordo y tenía poco pelo. Todos se escandalizaron. Mi tía muda me miraba con ojos de fuego, yo casi me arrepiento, pero ahí me quedé esperando la respuesta de El. Entonces me acarició la cabeza y dijo:"Niña el tiempo no perdona a nadie y sonrió".
Mi tía avanzó hacia mí, me tomó de una oreja y me sacó del salón Todos riendo de mí y yo roja como camarón hervido. La tía me dejó en el pasillo, sin una palabra. Me quedé ahí esperando a los otros, sobrinos, ahijados y primos, que ya venían del segundo piso. Así todos, nos fuimos al patio del fondo a jugar.
Jugábamos, hasta que el cansancio y la ropa sucia nos lo permitió. Ahí fuimos, todos directo a la cocina a tomar la leche con chocolate con galletas de miel y de limón, que la Petronila hacía tan ricas, cuando nos daban la respectiva porción las devorábamos sin mas, para así poder pedir otra ración.
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