Los niños de la plaza Once.
El otro día caminaba hacia el barrio llamado Once. Porque a veces camino hacia arriba, en la numeración de la Avenida, que está cerca de mi hogar. Llego al nudo principal del barrio la Plaza Miserere, llamada también Plaza Once. Allí convergen dos enormes avenidas, la de Rivadavia y la de Pueyrredón, que al atravesar Rivadavia cambia de nombre y pasa a llamarse Jujuy. Hay todo un bullicio, y un tránsito enloquecido, bocinazos, personas que venden de todo en la Plaza, con carritos en que los Panchos ( algo parecido a los hot dogs )y las gaseosas priman, pochoclos ( Pop corn), y algunos que venden baratijas de todo tipo, puestas en el suelo sobre géneros diversos ( estos son llamados manteros ).
Las personas que vienen a comprar a Once, barrio que se caracteriza por tener varias manzanas de tiendas y distribuidoras de artículos de todo tipo. Ropa de dama y de varón, de niños, tiendas de bijouterie, calzados, y un simnúmero mas de artículos, como casas de regalos, de lentes de sol, de disfraces, de cotillón etc etc.
Venir a comprar a Once, es parte a veces del recorrido de compras de algunos turistas. Aunque el grueso de compradores, pertenece a las provincias del país, que vienen a comprar artículos mas baratos al por mayor, para sus negocios en la provincia en que viven. Por eso el barrio es una "muestra" de todos los habitantes que uno se pueda imaginar. Chinos, coreanos, judios, son los dueños de la mayoría de los negocios. Los que compran son "variopintos", o sea, algunos con rasgos indígenas ( coyas del Norte ) otros de paises vecinos pero que son inmigrantes, como paraguayos, bolivianos, peruanos y algunos chilenos. Se ven a todos arrastrando carritos con sus enormes bolsas de consorcio ( unas bolsas de plástico color negro, en que ellos llevan las mercaderías compradas, generalmente ropa ).
Me siento en la plaza para hacer un alto en mi caminata diaria. Pero justo en ese momento, se me acerca un niño a pedirme unas monedas para comprarse un pancho. Está con una bolsita de pegamento en la mano, sus ojos rojos no dejan duda que está drogado, con el olor del pegamento. Me mira y me dice: " Doña, ¿me da unas monedas para un pancho?. Se me apreta el corazón y el estómago se me encoge. Lo miro y busco en silencio en mi pequeña carterita, esa que uso solamente para poner las llaves y algo de dinero para emergencias. esta es una emergencia, pienso. Le doy un billete de 5 pesos, ( con eso se compra el pancho y le quedan algunos pesos).
Sin embargo, al rato aparece otro niño en iguales condiciones, con el mismo pedido. Le pregunto como sabe, que puedo darle dinero. El me contesta, que desde el monumento que está en el medio de la plaza, se ve donde estoy yo sentada y que ahí están todos los "chicos de la calle" aspirando. Así me dice. Con todas sus letras, me está contando, que allí en el enorme Monumento, que está en el centro de la plaza de Once o Miserere, que es la tumba de Bernardino Rivadavia, Secretario de los dos Triunviratos y Primer Presidente de la República, ( aunque no reconocido por todas las provincias ). Ahí en ese enorme mole, que representa valores de la Patria, se guarecen niños de la calle. Me quedo ahí pasmada, sentada casi sin habla y me da tanta pena. Le doy los últimos pesos de la carterita al segundo niño, me levanto del asiento y me dirijo Avenida abajo para irme a mi hogar.
No sé por qué, tengo tanta bronca y casi, casi me parecen una burla los carteles de publicidad, en que se nos habla de un Buenos Aires magnífico y lleno de turistas.
Apreto los dientes y me digo que mañana mismo empiezo de nuevo, mi labor de docencia, en un lugar para adolescentes, que hay en el barrio de Avellaneda. Porque el granito de arena, quizás, quizás haga que no me duela tanto el alma y el cuerpo.
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