El inefable borrachito del restaurante del barrio popular, que a la hora que yo voy por allí, está parado en la acera, sujetando una muralla, o más bien dicho, la muralla lo detiene a él, para que no se caiga al piso.
Se saca el sombrero para saludarme. ( eso del sombrero, es medio iluso decirlo, ya que, es un aparetejo que usa en la cabeza, de colores varios de mugre.
Hace como si me conociera de toda la vida, me saluda hasta con una inclinación de cabeza y hasta piropos me dice. En toda su apariencia hay como un toque de distinción que no se ha perdido del todo.
¿ Qué tal? ¿ Cómo está ?
Le contesto educada.
¡¡Muy bien gracias!! y sigo mi camino.
Pienso que, este señor, alguna vez tuvo algo de prosapia, ya que, sus ropas revelan un antiguo buen pasar, aunque desteñidas y algo rotosas, todavía por ahí conservan en algo, lo que alguna vez fueron.
El siempre está en una cuadra, que está ubicada justo antes de el edificio en donde vive uno de mis pacientes.
A veces está más lúcido que lo común. Entonces me hace un gesto para que me detenga y converse algo con él.
Cuando lo he hecho, se acerca y me pregunta algo relacionado con el barrio, o me cuenta alguna anécdota, que él vivió años atrás.
Como me he detenido cerca de él, siente quizás que tiene que contarme algo más o menos simpático o con algunos ""toques históricos"", de alguien de la farándula de los años de la década del 60.
El otro día que iba con el horario muy adelantado para atender al paciente. Así que, se dio una especie de encuentro, con este personaje.
Se acerca y me espeta, con ojos que todavía conservan algo de brillo, la frase, que me dejó ahí en la acera parada escuchándolo.
¿ Sabía Ud ( sí me trata de Ud siempre ) que yo era un asiduo concurrente de la discoteque Mau-Mau?
Lo miró con cara de no creerle.
Mau-mau en una época, fue la discoteca más ""concheta"" ( léase pituca y de ""onda"") en la ciudad de Buenos Aires. Ubicada cerca de la Avenida Libertador, en la calle Arroyo, para más precisión y era una de las más famosas en la ciudad, a la que concurrían estrellas de cine internacional, millonarios y la farándula de ese momento.
Hasta la diva de los teléfonos, en esa época iba a bailar con su amor de esos años, Carlos Monzón.
También el boxeador Ringo Bonavena con alguna modelito rubia y despampanante. Los millonarios jóvenes bailaban al ritmo de la música de esos años sesenta. La estrella del deporte del tenis, a nivel mundial, Vilas con alguna de sus noviecitas de turno.
Lo miro de nuevo, de arriba abajo. Porque la verdad, aunque fueron otros tiempos para él, no puedo imaginarlo en ese plan de concheto-snob.
El a su vez, se mira la ropa llena de manchas y se sonríe, porque se da cuenta, que ha despertado mi interés en escucharlo.
¡¡Ah qué tiempos aquellos!!
Me dice moviendo los ojos como revoleando algún recuerdo perdido, entre los vapores etílicos.
Me quedo ahí parada en la acera, y le pongo cara de ...¿ Cómo Ud era de la farándula? . Se lo digo.
El dice que no, con un movimiento de cabeza.
¡¡No!! Yo era hijo de alguien muy rico, que Ud seguro no ha conocido.
Sigo poniéndole cara de incrédula.
Entonces el me nombra a alguien. Para mí desconocido. Porque cuando llegué a este país, jamás lo escuché nombrar.
Mi expresión no cambia y él trata de explicarme los porqué y cómo llego al estado en que está.
Miro el reloj, porque ya la hora avanza.
Le digo: ¡¡Disculpe!! pero me tengo que ir.
El con un gesto de distinción, me saluda haciendo una especie de reverencia, algo cómica, ya que, trata de sostenerse para no caer.
Sigo mi camino y cuando llego donde mi paciente, un señor de edad avanzada, le cuento el encuentro. Le comento el nombre, que me ha dado el borrachito, haciendo un comentario de que seguro la memoria le ha fallado o ha inventado toda la pequeña historia, para quizás acordarse de otros tiempos.
Mi paciente que es muy memorioso, me corrige y me dice:
¡Le ha contado la verdad!. El es hijo único, de un señor muy rico con negocios de exportaciones y dueño de estancias.
Me quedo de una pieza.
Y mientras preparo todo para la sesión con mi paciente, la imaginación se me dispara y ya me imagino al mentado solitario beodo, bailando como un desaforado, con alguna rubia, de esas que quitan el aliento, por su cuerpo espectacular.
La vida, la vida, que a veces nos pasa como aplanadora por encima.
Ahí ya me pongo en ""ambiente de profesional" y empiezo a atender al paciente memorioso.
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