Un día me arranqué los ojos en absurdo arrebato.
Conseguí volverlos a poner en su lugar, pero desde entonces nunca han mirado igual, ni han visto las mismas cosas.
Quizás por eso hoy te intento localizar con las manos.
He aprendido que lo que no lean mis dedos, no existe.
Besos;
Idem
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