Respuesta: La claridad y la oscuridad de la verdad
Lo que denominas construcción social sólo se ha criticado históricamente, y toda historia es discursiva de su tiempo; su tiempo es lo que hace que trascienda. Ahora bien, hay más trascendencia que la histórica.
El contenido que impulsa lo social tiene, fenomenológicamente, una deuda histórica; es algo indiscutible. Las condiciones efectuadas históricamente se han vertido en una conciencia que no sólo la toma como parte dada sino que la asume en un plano total; la hace formar parte de un sentido presente en una integración. La parte, lo analítico, se integra porque ha trascendido su concepto, cabalmente, lo ha hecho sintético; ha hecho una identidad de una diversidad. Los conceptos no son presentes sólo formalmente sino que son sustrato de lo que no es historia.
Los conceptos de la verdad, niquelados y pulidos, son parte del aparato cognoscitivo; pero también hay conceptos en el movimiento de la mano, el ojo, el ritmo cardiaco o un hábito cualquiera. El contenido plástico, esto es, no verdad sino incierto, es una adaptación continua. En relación al contenido del concepto se hace algo problemático que va ajustándose, haciéndose próximo, de un lado a otro.
Hay mucho más en el mundo de lo que sueña la filosofía. Cuando se postula una verdad se la generaliza e, inevitablemente, se desborda; se saca de quicio. El sentido de mi crítica es, en cierto modo, similar a la crítica de la escuela de Frankfurt, pero nos hacemos incompatibles en el enfoque primario de lo social. Como dije, su enfoque es historicista, y el mío solidario como condición de primeridad.
Me cuesta mucho no ver exceso de ideología en los hegelianos y marxistas. Como pasa con Marx, ven en la condición sociológica un determinismo histórico, y no una complejidad del efecto solidario. Ponen la conciencia a priori en la historia, esto es, la que dice verdad. El hombre, como el filósofo que comentas en tu texto, es capaz de una asombrosa productividad, pero su creatividad no es sintética con una verdad sino con un proceso incierto. La ideología que me parece criticable es tomar una lógica histórica como mal para todo desenvolvimiento posible. Me desagradó mucho en Dialéctica de la Ilustración la crítica de la cultura del ocio norteamericana. Esa obra no fue más que un panfleto propagandístico de una especie de crítica de la cultura del mal, aunque inicialmente eran unos textos para colegas académicos, y no para hacerse populares; en su principio, no se perseguía su publicación. Curiosamente, la cultura del ocio norteamericana dio, por caso, un desarrollo artístico del cine de incomparable riqueza, en el que, evidentemente, no eran tan versados como en sus supercherías de trascendencia mítico-hegelianas. Howard Hawks, Otto Preminger, Orson Welles, Michael Curtiz, Fritz Lang, Billy Wilder, etc., etc., crearon formas que en su simbología representaron artísticamente objetos que trascendieron mucho más que materialmente; crearon nuevas formas objetivamente solidarias, y no sólo, insistimos, materialmente. Pretender una sociología del conocimiento, en tanto crítica de una ideología, como crítica con primacía sobre lo que critica, es un atropello continuo en su precipitación de verdad. Eso no es crítica sino que es, justamente, sólo ideología.
Iniciado por erico el rojo
Marcadores