Estimados todos: con el objeto de ampliar los intercambios teológicos (para sacarlos, además, un poco del exclusivismo teológico judeo-cristiano), acá les propongo investigar la religión griega.
Un primer tema:
Los Dioses giegos no son creadores, de ellos emana la realidad
Los Dioses indoeuropeos, a los que pertenecen los Dioses griegos, no son Dioses creadores, como los Dioses semitas (Judaísmo, Cristianismo, Islamismo). De los Dioses y Diosas griegos emana la realidad, no viene creada por ellos.
Plotino, por ejemplo, ese extraordinario neoplatónico, lo explica comparando la emanación de la realidad, al modo en que emana la luz de una fuente luminosa: no por un acto de voluntad (como en los Dioses semitas, con todos los inevitables conflictos que eso en efecto generó: desobediencias de los seres creados, puniciones terribles por parte de los Dioses creadores, como el Diluvio) sino por una sobreabundancia de Ser.
Esta fundamental diferencia genera en la cosmovisión religiosa griega una única dimensión de la realidad en la cual quedan solidariamente involucrados todos los seres: Dioses, Hombres, los demás Seres vivientes y aun las Cosas inanimadas. Aquí nadie reparte premios y castigos como tiene hábito hacer Jehová y como amenazadoramente nos dice el Cristianismo que sucederá el Día del Juicio Final. Aquí todos comparten la única vida que a todos recorre y en la que todos quedan involucrados.
Por otro lado, el creacionismo de las religiones semitas genera una distancia de naturaleza imposible de atravesar; en ellas hay un abismo entre el creador y el ser creado. De allí el trauma que significa pertenecer a estas religiones, como tan bien lo mostró Kierkegaard, cuando expuso la angustia existencial religioso-semita: relacionarse con un Dios creador es como pararse, dice él, al borde de un abismo, y saltar... No de gusto una de sus obras se llama, si no me equivoco tomado de un Salmo: Con temor y temblor... El único modo de evitar esta angustiante experiencia es hacer como hacen los miembros de estas religiones: se someten a la voluntad de estos Dioses. (Musulmán, por ejemplo, quiere decir “el que se somete” a la voluntad de Alá.) Y de hecho, la Biblia está atravesada de elogios a quienes así proceden. Así incluso procede Jesucristo: “Hágase tu voluntad y no la mía”. Claro que esta cancelación de la propia voluntad genera un ser humano mutilado en su realidad que, para muchos por lo menos, no es demasiado tentador de frecuentar y de ser...
Nada de esto hay en las religiones indoeuropeas, y tampoco en la griega, ya que una sola naturaleza viviente recorre todo lo real. Como bien dice Schelling, entre los griegos no existe lo sobrenatural: todo es natural en esa maravillosa y no traumática convivencia de Dioses, hombres, animales y cosas.
Es por esta convivencia y por compartir una única naturaleza, que los griegos no tenían necesidad ni de dogmas, ni de libros sagrados, ni de una privilegiada casta sacerdotal que fuera de algún modo la depositaria, y la controladora, de esos dogmas y libros. Cualquier griego y griega con sólo “asomarse” a la vida compartía armoniosamente con los Dioses la Realidad, que era única y común a todos, hombres, mujeres, Dioses y Diosas.
Los demás seres, vivientes o inanimados, por otro lado, al pertenecer también a la única realidad existente, no estaban como en el Antiguo Testamento al servicio del hombre –en lo que está la raíz justificativa de lo que hoy padecemos como desastres y desequilibrios ambientales, ecológicos. Las cosas y los animales venían respetados por los griegos como parte de lo único viviente que englobaba a todos los seres, como expuse.
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