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Tema: Negatividad de la falsación

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    Predeterminado Negatividad de la falsación

    He visto que he podido llevar a una importante confusión al no diferenciar entre el fundamento de la teoría, relativo a la base del aumento de su conocimiento, y el fundamento del absoluto de la teoría, relativo a la base ontológica. No debiera ser un problema si se mira desde mi crítica a los absolutos, pero entiendo que puede llevar a confusión. La base ontológica de la ciencia se hace, por sus principios, que son más bien fines, pretensión absoluta; la epistemológica, por su reclamo de conciencia, restringida a la urgencia de la ampliación.

    La falsación, indudablemente, pretende hacer falsa una teoría. Al defender que el conocimiento no puede ser sino negativo, no hay otra manera de hacerlo avanzar que no sea sometiéndolo a determinación, oponiéndolo a su diferencia; teoría, por cierto, esta misma que digo ahora, que convendría falsar, y al desmontarla, a su vez, poder proseguir en su búsqueda de la verdad, mejor llamada determinación o cuidado. Lo que los negativistas defendemos es, pues, la negatividad del conocimiento y la imposibilidad lógica de la verdad con respecto al absoluto de su tiempo.

    Una teoría no puede predecir absolutamente su historia al no poder conocerla en su integridad. Para que así fuese, además de disponer de su absoluto presente, debiera poder viajar en el tiempo a su pasado, y decirse verdad en toda la infinidad de falsaciones posibles, es decir, agotar el tiempo de toda falsación pasada posible; y, aún más, debiera ser capaz de hacer el tiempo definitivo, esto es, finalizarlo, que no fuese posible más tiempo. Como esto es una especulación del todo enloquecida, caemos en la cuenta de no pretender que la verdad sea un delirio.

    No hay una teoría en el mundo que se pretenda absoluta frente al falibilismo, esto es, que toda teoría puede fallar, el argumento de la lógica de la falsación y lo que la "fundamenta". Como he defendido en muchas ocasiones, el mismo aumento de conocimiento la pondría en evidencia, es decir, la haría falsa con arreglo a su suposición absoluta al mostrar que había condiciones de más que no había tenido en cuenta. Es el sentido radical que tomo de Popper, que todo debe ser falsable si se habla de ciencia, y que las falsaciones con mayor contenido son las menos probables. Si una teoría permanece verdadera, esto es, no falsada, no es, estrictamente, más que probable, no verdad en sí y, menos, absoluta. Y las falsaciones con mayor contenido, de las que un científico estará más orgulloso, son las que hacen un avance fuerte, las que no dejan las cosas como estaban antes de ellas. En términos lógicos, argumentar con términos no contenidos no es verdad, sino, justamente, especulación; el contenido presunto, esto es, hipotético, no es verdad sino presuntuosamente. Digamos que esta actitud nos lleva, por coherencia con la conciencia de la verdad, a ponerla más que en su margen absoluto, visto claramente como un delirio, en el de su acción, en el de las condiciones de su trato.

    No son los mismos los márgenes de totalidad de una teoría que los márgenes absolutos entre los que ésta discurre. En efecto, el conocimiento, cuenta con unas categorías extrañamente amplias; diría, en mis términos, de indeterminación, que permiten ir más allá de sí; pero cuentan con la falta a priori de su verdad. El hombre puede creerse Dios y no por ello serlo. La negatividad, en este sentido, mucho más que la positividad, que se precipita, es el objeto que alumbra la falta. Con ello se insiste: no hay en las categorías epistemológicas nada parecido a un absoluto de verdad, sólo se puede aumentar el cuidado de su negativ¡dad. Así pues, surge una clara dialéctica entre lo positivo y lo negativo; pero en relación a la forma de la conciencia, o sea, todo lo posible que nos incumbe, el conocimiento se amplía en su negatividad, desde lo que no sabe.

    Si miramos una serie de unos tal como ésta (1111), y la reproducimos, digamos, un millón de veces, se asume como supuesto la cadena de unos. Y no sólo se suponen los unos en la verdad de su estructura, cuatro dígitos idénticos, sino que se hace idéntico el supuesto de su contenido, o sea, que en el 1 permanece su contenido. Si el 1 es mostrado como una abstracción límite, como lo que en ello es tenido en cuenta, digamos palitos, se hace todo para adaptar la repetición formal de la serie de palitos. Ahora bien, si los palitos que tomamos por verdad en la concepción de 1 se desvelan series de pares de formas confundidas con palitos, no tenemos licencia para hablar de la verdad de esos unos. La fuerza de la falsación es que hace negativo algo crucial, un supuesto velado que se precipitaba como evidencia.

    Que el conocimiento sea negativo dice que el conocimiento no se sabe por ser sólo conocimiento, sino que es, más bien, una creencia, un límite a priori. Como no podemos avanzar el futuro con absoluta seguridad, el conocimiento no es más que un modo de conjetura.

    El mundo de la ciencia, que ha permitido discutir estas cuestiones en planos antes de ella inimaginables, se precipita al pensarse a sí como ciencia, como su capacidad y no como el objeto de su acción. No por nombrar o mentar algo se tiene la relación supuesta, que viene, en términos fenomenológicos, después, esto es, históricamente; y sólo ahí podremos determinar su conocimiento. Este molde de limitación histórica es crucial y fundamental para el filósofo porque se enreda a sí mismo en la posibilidad de su ser continuo. La falsación tiene, heurísticamente, esto es, en la elaboración de la historia del desarrollo de las teorías, un sentido continuista, el apropiado para la ciencia; y uno filosófico, rupturista, que hace continuo el límite y negatividad del conocimiento.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 13/05/2009 a las 11:31

  2. #2
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    La totalidad de aproximaciones no está comprendida en la totalidad que se pretende explicar, siempre será inferior. Y, aun siendo superior, no tiene su negatividad a priori; no es, exactamente, simétrica con su positividad. Aunque hagamos más proposiciones de las que caben en nuestro discurso siempre puede ser que digamos algo menos de lo que debemos decir. Para empezar, en toda repriducción lo primero que se sustrae en su actualización, su objeto presente, lo que es exactamente en el tiempo de la identidad que indetermina y reproduce generalizando otro tiempo; pervierte a su antojo una condidión a priori en lo que decide que ha de ser su conclusión. Esta forma de hacer extendible la condición teorética a una experiencia que precipita es algo como preguntar "¿qué ves?", y responder "lo que veo"; es, guste o no, una clara precipitación.

    En términos evolutivos, las tentativas biológicas son falibles y de ello que evolucionen, y las tentativas teóricas también; y su principio de indeterminación, su modo se aproximación, crea, en el mismo ejercicio de la conciencia, una discontinuidad. Lo que interesa es su lado negativo; definimos que no hay determinación en su sola positividad. Lo positivo anticipa su determinación y, aunque estructure y permanezca, no avanza realmente, discurre sin conciencia. Lo positivo, realmente, anticipa su tiempo al afirmarse; digámoslo así, hace simultánea su sucesión en la síntesis de su tiempo, o, más sencillamente, lo abstrae como el contenido que afirma.

    Una de las conjeturas sobre el retraso de la conciencia, de mano del importante neurofisiólogo norteamericano Karl Pribram, era que el retraso permitía evolutivamente el margen de aprendizaje. El escaso margen de retraso de la conciencia, medido en milisegundos, pero en una serie continua como en la experiencia de la conciencia, se hace inmenso, no sólo con respecto a sus condiciones inteligibles, sino fenoménicas y morales, relativas a su estética, su peso.

    Las franjas de Libet eran de 11-18 milisegundos. En cadenas, unas sobre otras, se hacen densidades; y llegadas a cierto punto crítico, hacen posible no sólo la conciencia sino la apercepción, una conciencia que se abre a su acción. Una vez que la conciencia despierta al tiempo, éste se hace posible, haciendo posible, a su vez, un enorme problema en relación a su discontinuidad; hace discontinuo su orden, lo crispa en la creación de una diferencia vinculada con la creación de la conciencia.

    Popper hizo una argumentación un tanto cínica a este respecto que a continuación vamos a pasar a discutir. El efecto de la indeterminación, decía, es tan pequeño que se puede despreciar. Pero hablando de la conciencia, se generan densidades alarmantes. En efecto, los barridos de la conciencia se hacen aproximadamente cada 12-14 segundos, pero eso es en lo relativo al campo objetivo de la misma conciencia en su anidamiento cerebral. Se ha de aclarar, ante una peligrosa confusión, que el retraso de la conciencia es fenomenológico; y el barrido es fisiológico, y sólo fenomenológico en una conciencia posterior al barrido mismo; la fenomenología se hace, como se vio, ciencia primera por coherencia con su acción. Los cambios en los objetos de su intencionalidad, los que la definen en su segundidad y terceridad, esto es, en su relación y trascendencia, son enormes, tanto que son los que permiten que se pueda hablar de causalidad, la suposición metafísica de mayor relevancia con respecto a la experiencia y su indeterminación; y que si se entiende correctamente este tema se hace a sí misma problemática, como es el verdadero objeto de la filosofía. Las indeterminaciones despreciadas, por pequeñas que sean, se hacen densas con respecto a su tiempo; a mayor tiempo, mayor densidad; y teniendo en cuenta un continuo, por ejemplo, un día, se hacen densidades ininteligibles, de proporciones escandalosas; y, si es enorme en un día, ahora, amplíese a una semana, mes, año o una vida entera, y se comprueba la desproporción de la experiencia con su intelección. Pero no se debe olvidar que el objeto de la conciencia no es ni físico, ni psicológico, ni, acaso, sólo objetivo, sino que es, más bien, fenomenológico. Es decir, pertenece a la lógica de la conciencia que se olvide a sí. Ahora bien, sólo se puede hablar de conciencia en relación a su continuidad, a aquello con lo que se hace continua, como se puede ver, aquello con lo que se amplía.

    La forma claramente teórica de esta formulación se basa en prolongaciones infinitesimales, es decir, amplía su sucesión en un patrón que se repite ininterrumpidamente. El tiempo se supera a sí mismo al abstraerlo e indeterminarlo en su densidad, pero la condición del tiempo no hace historia conforme a su carácter inteligible sino conforme a su desarrollo, la auténtica lógica de su ampliación, con quien el margen del tiempo no se hace infinito sino próximo. Aunque haya una infinita variación, no, por ello, se logra avance conforme a su infinitud al no tener ésta contenido sin su historia, su efectiva determinación y donde la especulación se cierne sobre su objeto y se hace próxima. Fue anticipado en el fenómeno de la precipitación que urge filosóficamente a la comprensión de sus objetos al crear el margen en relación a su conciencia, su aumento de complejidad y centro gravitacional de la experiencia que se desplaza intensivamente, hacia sí, de la realidad, aun mínimamente, y generando silenciosamente una trascendencia. La única forma de dar por concluido su proceso consiste en privarle en algún momento de contenido, y optar por abstraerlo, aquello, justamente, que estamos diciendo que no es válido por sí mismo, el mismo sitio donde descansa la falta de la objetividad, y el principio de su delirio.

    La historia no se deshace sin más de su ejercicio mientras crea síntesis supuestamente objetivas pero indeterminates, es decir, que no son absolutamente independientes de su acción. La dialéctica es, formalmente, generadora de su historia; pero pretende sus objetos respecto de una conciencia que, a su vez, somete a una indeterminación. Se ve que la carga de indeterminaciones se hace máxima, y si no cuenta con una forma cae esencialmente indeterminada, el sentido estricto de lo objetivo, no sólo la verdad de su forma sino también su condición histórica.

    Este argumento permite un margen de objetividad, pero conforme a la lógica de su tiempo, y no sólo a la de su supuesto. La investigación fenomenológica, como ejercicio de máxima trascendencia, hace determinación de la indeterminación, e indeterminación de la determinación. La historia de su síntesis es la que le da continuidad. Por muchos delirios de simetrías que se pretendan de ella, por su misma negatividad, siempre se puede mostrar asimétrica.

    La ciencia avanza realmente de esta forma, en el objeto de su ampliación, y no en lo que se crea de progreso en su historia; su discurso no es sino avance formal que no comprende su historia al abstraer su contenido más próximo y significativo. Se abren así las parcelas de la sociología del conocimiento y la ciencia al ser objetos dialécticos sobre los que discurre la ampliación.

    La historia es más objetiva que una mera creencia, pero al ser objeto de la conciencia se procede con ella en un ejercicio de indeterminación. Al pretender su progreso un absoluto, se precipita sobre los otros objetos con la forma de su expectativa. Se ha visto que su pretensión es una forma insuficiente por sí misma a la que se ha de aproximar su contenido, el más próximo, cabalmente, y en coherencia con el concepto solidario, lo moral, aquello que ordena en primer orden y no es simétrico con la verdad sino, más bien, crea su diferencia en su genética irracional; no obstante, abre su posibilidad racional, esto es, de ejercer la razón.

    Hace tiempo se señaló que Spinoza hizo un ingenioso análisis de este asunto. La relación de la conciencia con la razón, no en cuanto a ser objeto de las pasiones sino de la acción de la misma razón, creaba un margen ético; pero Spinoza, envenenado por un delirante mecanicismo, hizo de la razón todo el margen que hacía objetiva su acción, su pretensión de absoluto. Como se ve en mis temas, no sólo es un supuesto delirante sino que únicamente se hace positivo con su razón. Como consecuencia de la negatividad, es una insuficiencia con la que sólo podemos especular. Defiendo que no es la más significativa, no es final, sino únicamente accesoria; no sólo limita la relación consigo misma, a sí misma, sino que no cuenta con la primacía del sentido, el que ordena primeramente.

    Póngase este supuesto: en un tiempo t, realizamos x experimentos destinados a desarrollar la teoría p. *Aun cuando el número de experimentos que efectivamente se pudiesen realizar fuese mayor que los que los que se realizan, llevando lo teórico más allá de su experiencia al hacer la experiencia teórica, el negativista defiende que lo intensivo del tiempo, cuando es menor el tiempo para realizar la teoría y el experimento del que conllevan, o sea, al aumentar la densidad del tiempo y hacer que la crítica quepa en él, no se hace avance respecto a la limitación del fundamento de la falsación; es decir, ni en la suspensión del tiempo que permite su simultaneidad, ni en un margen infinito de retraso, hay auténticamente avance. En términos teoréticos, la limitación siempre volverá; y es en el sentido fenomenológico, y no sólo lógico, donde este límite es grave, o sea, fundamental. Así pues, no aprendemos de nuestros triunfos, verificaciones, sino, crucialmente, de nuestros errores, esto es, negativamente. La experiencia, para ponerlo en términos del gran genio de Wilde, es la historia de nuestros errores.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 18/06/2009 a las 06:33

  3. #3
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    Se ve que la determinación abre una ampliación que hace síntesis con su historia en lo que la conciencia pone de nuevo. La conciencia no es mágicamente creadora; que se sepa no se inventa nada, sino que desproporciona lo dado en lo tomado; un margen original, tal como (1111), es ampliado (1+{t} 1+{t} 1+{t} 1+{t}). Se trata del paso de auténtica complejidad. En la indeterminación los estados anteriores de la conciencia no sólo se amplían (t) sino que se hacen a sí posibles, {t}; cabe en ellos lo que anteriormente sólo era determinado, esto es, menos posible, aquello que su conciencia amplía como posibilidad.

    Tomemos la determinación (1111), y (1{101} 1{101} 1{101} 1{101}) como indeterminación de complejidad creciente; ahora, véase un progreso tal como {10101 10101 10101 10101} ...; el progreso de su secuencia {101 .... 101} creará un entrelazado infinitamente complejo, esto es, en el que las ampliaciones comprendan condiciones anteriormente no comprendidas y radicalmente falsas; su ampliación siempre rellena una falta. Si se amplia la velocidad de generar secuencias por encima del tiempo de la experiencia de las secuencias anteriores se puede anticipar la secuencia anterior en su comprensión. Se podría decir que las secuencias posteriores se adelantan al tiempo de las anteriores al comprender su tiempo. Si hacemos (1+{t} 1+{t} 1+{t} 1+{t}) relativa a la complejidad que abre ella misma como indeterminación, la indeterminación se amplía más que lo que su tiempo agota de ella. No se amplía infinitesimalmente, sino en su modo de acción, es decir, acción como posibilidad.

    La serie de unos (1111) es ampliada en sus condiciones de ampliación, y no sólo en sus partes analíticas, sino en el ejercicio de síntesis. Los unos tendrán sus condiciones de verdad como que son cuatro unos, cuatro dígitos impares idénticos en sucesión continua, etc., etc.; pero no saben su síntesis porque es una historia que sólo se puede saber como contenido negativamente; al ser creada no puede ser sólo dada, sino que ha de ser tomada; por su misma lógica histórica, es posterior y no anterior. Su analiticidad consiste en decir de ellos lo que en verdad se puede decir, o sea, lo que está en su definición inicial. El uno nouménico se dice en su abstracción, y las abstracciones indeterminan el contenido supuesto hasta su máxima capacidad de intelección, cuando su sucesión se crispa y satura, lo que se vio de histórico en su desenlace próximo. Aunque pretenda, podríamos decir, un área de perfecta intelección de su contenido, la abstracción de su posible falsación, lo que la ampliaría, es histórica y no sólo inteligible; digamos que hace un ajuste y determinación

    El rastro evolutivo de la concepción noumenal, que habla de modelos de plasticidad en la intelección de los conceptos, esto es, que los in-determina, es problemático por su misma intelección al ser capaz de indeterminar una indeterminación; hacerla infinita conforme a su delirio, el de hacer máximo y noumenal su tiempo como si la experiencia fuese sólo una cuestión de intelección. El 1 abstraído, como un palito, es aplicable a la manzana que como del jardín, al manzano del que cojo la manzana y al acontecimiento de comer la manzana. La condición de la experiencia del trato con la identidad reproduce en función de la forma de la experiencia y su conciencia, pero sólo dice de verdad lo que en su experiencia es determinado; es decir, sólo se intuye la verdad en su aspecto negativo, en aquello con lo que no se hace verdad; y lo positivo del supuesto, lo dado, como carga teórica, es insuficiente en relación a la comprensión de su verdad; la comprensión de los absolutos, volvemos a ello, se determina justamente en los márgenes de su totalidad de verdad y falsedad. El palito no es la manzana porque lo que los hace idénticos es una forma pura que no está en la experiencia sino sólo le presta su forma y abstrae su contenido, el que, justamente, hace próximo. Su genética histórica no sabe de su tropiezo sino cuando ha visto su precipitación, lo insuficiente de su supuesto.

    La complejidad posible de la indeterminación consiste en que la aplicación dada a los objetos en un proceso se separa de su proximidad, esto es, se aleja. La superposición de situaciones a darse en una experiencia continua hace que se pueda concebir un catálogo de situaciones muy superior a las que se puedan dar en la experiencia. La identidad es, de esta manera, medio tonta y, a su vez compleja; hace de su precipitación el margen inteligible que debe ser ampliado para que se comprenda como verdad.

    Como se puede apreciar en el proceso de aprendizaje, la determinación de la experiencia y el descubrimiento de los errores, no es crucial de manera continua, sino a partir de cierta saturación, con la que se hace posible su historia de manera inteligible; pero la experiencia sólo es inteligible formalmente, precipitando su historia.

    El tiempo de la intelección parece simultáneo con su concepción, lo cual es, como consecuencia del fenómeno de la precipitación, falso; y no sólo falso una vez, sino infinitamente falso en su tiempo, falso de manera continua; su forma de distancia se repite formalmente en cada instante de la experiencia. La historia de la síntesis, en la que su tiempo está comprendido en su margen efectivo, repite en cada instante su falta de saber; su condición formal, lo que de ella es abstraído y supuesto como contenido a ciegas, se esparce generosamente conforme a una verdad precipitada y no comprendida.

    Para poner un caso sencillo: pensemos en la cadena de unos como la secuencia formal de la concepción del tiempo. Oponiéndome de manera muy peligrosa a una importante tradición en filosofía y ciencia, mi atrevimiento dice que el tiempo es un concepto y no una forma de la experiencia. Así pues, los unos son la forma de aprendizaje que adquiere la experiencia del tiempo; y no es simétrica con la forma de su intelección sino con la de la urgencia. El tiempo de la urgencia no se mueve hacia atrás en el recreo de su forma inteligible, sino que mira de frente al hacerse algo próximo.

    La intelección sirve para dar forma a los conceptos de la experiencia, no para hacer de los conceptos un simismo; sirve para facilitar y hacer posible la experiencia del hombre; no es definida de una vez por todas conforme a su verdad sino a la actividad de la urgencia al hacer suyo el tiempo; es forma en tanto que forma distante del desarrollo de su historia. El límite de la intelección es el de la urgencia; a partir de ella se generan los planos que configuran su experiencia. La urgencia no piensa en lo que no es su caso. No sólo el psicoanálisis sino la actividad no consciente del organismo se adelantan a su experiencia en un modo de recreo dado y predispuesto. Las elecciones de la conciencia, por muy difícil que sea de entender, están tomadas antes de que creamos haberlas tomado. A la racionalidad se le fuga de manera decisiva la densidad de la irracionalidad. El filósofo, que ve que esto es un problema serio, no hace sino buscar su comprensión y no su negación

    Es un tema muy complejo en el que hace falta al menos tanta fenomenología como neurociencia. Las decisiones se toman en un ambiente de incertidumbre que sólo disminuye en su ansiedad al sentir cierta confianza. Lo extraordinario de ello es que esa confianza no es sólo por intelección sino, más bien, en función de un grado de emoción; es decir, el grado emocional que conforma el aprendizaje tiene mayor y mejor asentamiento que el intelectivo, que es sólo formal. La urgencia, a este respecto, hace barridos biológicamente egocéntricos, con ella misma como centro gravitacional. En este instante anterior a su conciencia, se generan aproximaciones a la experiencia en las que la verdad sólo es un medio y no un fin; es decir, el concepto genético de la urgencia es adaptarse a la experiencia y no a su verdad; la urgencia es simétrica con su dolor, lo que le da contenido a su tiempo, no con su verdad, el avance de su historia. La ciencia y sus hipótesis sólo son posibles como recreo retrospectivo; la urgencia es, por el contrario, no sólo anterior a ello sino que se vive como un objeto próximo, de mayor cercanía con sus objetos.

    Con esto no se quiere decir que la intelección no sea importante, o que todo ha de ser emoción, sino sólo que tienen tiempos distintos y con distinta importancia. La intelección está seca, y la emoción es todo ella contenido. Pero el contenido de la emoción arrasa no sólo por ser más fuerte sino más permanente. Las franjas temporales de la acción de la emoción son más intensas que extensas; ponen a todo el organismo a la expectativa; condicionan el ritmo de la respiración, el pulso cardiaco, la vista, etc, etc. La intelección, al ser formal y carecer de contenido propio, es indeterminante. La emoción no se ha de negativizar porque no es inteligible; no avanza conforme a una falta de su verdad, sino al sentido cabal que lleva por ella misma; se hace, en términos fenomenológicos, absoluta, es decir, primera y última en la generación de su tiempo.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 10/07/2009 a las 07:10

  4. #4
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    Las investigaciones que tienen cierta seriedad, llegan a resultados respecto de los cuales puede decirse si son Verdaderos o Falsos.

    En ciencias como la física, se llega a predicciones teóricas que pueden verificarse con niveles de exactitud sorprendentes.

    Si una teoría no predice ninguna prueba crucial, no entra en el ámbito de la ciencia.

    Si los resultados son positivos, se dice que "la teoría no es errónea" (sin afirmar que sea acertada por cuanto puede haber otro experimento que la contradiga).

    Si los resultados son negativos, la teoría (en su forma actual) es desacertada. Ello no significa que los fundamentos necesariamente estén mal, sino que debe revisarse toda la teoría, para ver donde está la falla.

    Este es el método más exitoso que dispone la humanidad y es el método de la ciencia experimental (aunque, por ser tan exitoso, haya algunos que se opongan tenazmente a reconocerlo).
    "El universo entero ha sido sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha meditado y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres" Marco Tulio Cicerón

  5. #5
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    Toda ampliación de un concepto es negativa, aunque ese mismo concepto no lo comprenda; la conciencia, pues, urge en él. Y lo que se dice que no sea concepto no dice nada o no sabe lo que dice. Los conceptos a priori son vacíos, y todos, absolutamente todos, necesitan de negatividad en relación a su comprensión, lo que fundamenta la negatividad. La experiencia es sólo una condición más de su discurso y su especulación; extiende su tiempo sólo en relación a su condición empírica; es, por su principio ideológico, esencialmente inmoral e irracional. La sinteticidad era, por tanto, la condición en la que se involucraba su acción. El vacío del supuesto inicial, su precipitación, hace no sólo del concepto un sinsentido, vacío, pues, sino algo ridículo por mucho que se haga todo bondad en la forma de su término, que haga de su efecto experimental la totalidad de la experiencia. La paradigmática causalidad de la ciencia no es más que la forma sustantiva de instituir su ideología como verdad.

    La negatividad es la condición temporal de su ampliación, de la ampliación de las condiciones de su tiempo. Siempre se arrastrará una falta y está absolutamente limitada a su discurso. La demarcación de leyes naturales, la intención que especula con arreglo a ellas en su indeterminación teorética-experimental, es una ontología que diferencio de la del tiempo de la acción. Su margen es pretensión de absoluto, un delirio; y el otro es de la acción como totalidad, con la que se hace límite. Ante el concepto solidario la primacía no está en la verdad sino en algo anterior, pero no pretendido sin historia; está en lo inmediato, lo trascendido y la trascendencia. Su condición temporal es privada de contenido al abstraer la posibilidad de su conciencia, su precipitación de verdad y desapropiación de la conciencia.

    La ordenación del concepto solidario es relativa a su urgencia; y se ha visto que hace una discontinuidad en su orden; hace falsa su teoría al ampliar su contenido; se desfundamenta y se indetermina en su propia falta de conciencia. Si se admite su limitación se gana, al menos, algun grado de conciencia en el aumento de conocimiento o la comprensión del contenido de su concepto. El aumento no es positivo sino, en tanto sea determinación del mismo, negativo. La determinción es, por su lógica, acción de hacer negativo algo por su oposición; pero la determinación se quiere con independencia de su tiempo, y por tanto, al no contenerlo, al no estar como contenido, no lo comprende; delira con su indeterminación de verdad. Verdad no es una condición en sí misma; su concepto es, entre esos límites, una ridícula falta de sentido que no amplía; no dice nada, sólo verdad, una falta.

    La comprensión de la ampliación es una especie de filosofía de la historia que en estos términos de negatividad coviene llamar filosofía de la ciencia. Pero se ve que la ciencia, por mucho que lo aclaré en otros temas, no es un sentido en sí mismo con la verdad sino que sólo sigue pretendiéndose así. Se ha hecho falsa la primacía en la ordención significativa, y críticas, incluso dialécticas, las sociologías de la ciencia y el conocimiento. Son, quiérase o no, las condiciones que definen la acción no en su dogmatismo sino en su ampliación. La sociología del conocimiento ajusta el tiempo de las condiciones de acción del conocimiento social; y la de la ciencia hace de su falta de temporalidad la continuidad de su verdad. No nos debe extrañar que los mismos científicos sean con frecuencia quienes asesoran para denunciar los peligros a los que esa ideología conduce. El exitoso método no es una panacea; desarrolla vacunas y armas, genera trabajo y desempleo, riqueza y miseria, democracia y corporativización, producción de alimentos y hambre, etc., etc.

    Debo insistir en que no hay resultados positivos. Los que así se pretenten no hacen sino anticipar su verdad y negar el conflicto de su genética y su falta, se pretenden como si su verdad fuese algo dado con independencia de ello, incondicionalmente. La verdad siempre puede fallar y en ello consiste el falibilismo; falible y falsable, como he mostrado, hacen uso de un mismo fundamento, el de la negatividad, y no de un mismo término. La verdad no es, pues, sino un nombre y referencia, y no un contenido que vaya más allá de su tiempo; se pretende una condición definitiva de su contenido, sin más condición, incondicional, constante en su tiempo. Si bien es, sin duda, una condición de trascendencia, se ha problematizado desde la primacía del concepto solidario con respecto a ella; se niega la primacía de la verdad desde el concepto solidario y su proximidad, su margen inmediato, y no se afirma en su distancia.

    La abstracción del contenido crea distancia, lo indetermina; es algo éticamente catastrófico. Hace perder conciencia y ceder su ejercicio a una mera expectativa; es el nihilismo que se hace llamar bondad mientras falsifica su conciencia con la distancia que crea con la forma tautológica, que no dice nada, de la verdad. En lugar de ser la ética de la bondad es la ética que niega su mal; su ética de único sentido, como bien, es su comprensión, es decir, abstrae su contrario, su mal.

    En La teoría sociológica de Ortega, mi crítica a El hombre y la gente, se explica su condición de confusión lingüística. Digamos que la pretensión de verdad es mal sexo; el lenguaje del sexo, lo que se mueve tras su forma, no pretende verdad sino actividad de la voluntad.

    Abrí este tema exactamente para ampliar lo que se desfundamentaba. En mi pragmatismo la acción no es la verdad sino la condición de su comprensión. Para mí no hay teorías sin genética, sin historia. No hay verdad en cuanto al contenido de lo que se dice; lo único que me interesa es su urgencia y no su verdad.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 01/07/2009 a las 04:04

  6. #6
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    En cuanto a:

    Debo insistir en que no hay resultados positivos. Los que así se pretenten no hacen sino anticipar su verdad y negar el conflicto de su genética y su falta, se pretenden como si su verdad fuese algo dado con independencia de ello, incondicionalmente. La verdad siempre puede fallar y en ello consiste el falibilismo; falible y falsable, como he mostrado, hacen uso de un mismo fundamento, el de la negatividad, y no de un mismo término.

    Hay que decir que la ciencia logra resultados positivos por cuanto establece un estricto "control de calidad", sometiendo a la falsabilidad a todos sus resultados.

    Pero lo que mueve a la ciencia es algo positivo, la búsqueda de la verdad. Pero una aproximación paulatina a la verdad, que es el límite del conocimiento.
    "El universo entero ha sido sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha meditado y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres" Marco Tulio Cicerón

  7. #7
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    Esta insistencia es demasiado para mi paciencia. Lo digo por última vez en este tema: la falsación y el falibilismo son condiciones lógicas y a priori que hacen que la ampliación sea negativa. No positiva sino negativa. Positivo no es algo bueno sino algo que añade contenido por sí mismo sin necesidad de algún otro.

  8. #8
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    En cuanto a:

    Esta insistencia es demasiado para mi paciencia. Lo digo por última vez en este tema.....

    Tiene razón. No debí intervenir. No tiene sentido tratar de entender y rebatir todo tipo de incoherencias y palabrerío con poca relación a la realidad.

    Y todavía se hace el sabio incomprendido (??????). Reconozco que no tengo que perder más mi tiempo. Gracias por recordármelo. Debo utilizar mi tiempo en actividades en donde al menos pueda aprender algo. Algo insignificante aunque sea.........
    "El universo entero ha sido sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha meditado y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres" Marco Tulio Cicerón

  9. #9
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    Cierro mis aportes a este tema con la advertencia de quien lo anticipó.

    CP 1.148. … Así pues, la doctrina del falibilismo será negada por aquellos que temen sus consecuencias para la ciencia, la religión y la moralidad. Pero dice a esos señores sumamente conservadores, a pesar de todo lo competentes que sean para dirigir los negocios de una iglesia u otra corporación, que harían muy bien en no intentar manejar la ciencia de este modo. El conservadurismo -en el sentido de tener miedo de las consecuencias- está fuera de lugar en la ciencia -la cual, por el contrario, ha sido siempre llevada hacia adelante por radicales y el radicalismo en el sentido de la vehemencia en el llevar las consecuencias hasta sus extremos. No el radicalismo, sin embargo, que está absolutamente seguro, sino el radicalismo que realiza experimentos. En verdad, entre los hombres animados por el espíritu de la ciencia es donde la doctrina del falibilismo encontrará sus seguidores. (Charles Sanders Peirce, Collecters Papers; Falibilismo, continidad y evolución)

    De la negatividad sólo se discute la tendencia moral que se lee en su término y no la forma lógica que discute. Esa práctica fue llamada con justicia gramática de idiota. En un foro de filosofía es, además de una clara provocación y un incordio, la soberbia del prejuicio.

    Peirce era experimentador, matemático, filósofo, y lógico. Popper lo admiraba hasta el punto de considerarlo "uno de los más grandes filósofos que haya habido" (Sobre Nubes y relojes). Si se conoce la filosofía de Popper y la de Peirce se encuentran parecidos que no se quedan en lo similar de sus ideas sino que coinciden hasta en cierta terminología: ordenación por tríadas, relevancia del proceso mental y del conocimiento, negatividad como principio, significado de la objetividad, etc., etc. A pesar de que Peirce no pudo conocer el avance científico al que Popper asistió tan de cerca se anticipó a él. Al leer su trabajo uno no puede sino admirarse de la profunda reflexión que hizo sobre el límite del conocimiento.

    La condición temporal se anticipa teoréticamente a la verdad del fenómeno, mejor llamada determinación, y a la necesaria negatividad del aumento que condiciona su verdad; lo que hoy es falsado ayer no era sino hipotético, y el saber se aumenta porque sabe más, es decir, lo que ayer creíamos que era verdad hoy es falso. Sabemos más, pues, cuando lo que creíamos de verdad en nuestra proposición es ampliado en lo que estaba confundido, lo que no se sabía; el contenido de su posible error no es a priori sino que se sabe determinándolo en la especulación; el error es una forma a priori distante del contenido de su tiempo. La falsación tiene verdadero interés porque corrige un sentido de la determinación en su razón; es, digámoslo así, dialéctica de fundamento. Si es verdad se anticipa a su experiencia, y si es experiencia aumenta su conocimiento por la lógica que somete a contraste el margen que va desde lo que sabe hasta lo que no sabe, su objeto de especulación; la lógica del avance, salvo en el inmovilismo, es negativa con lo que le es anterior. La lógica del avance, en el sentido heurístico de continuidad en las teorías, no es teoría a secas sino teoría con genética; es, por ello, negativa; avanza dialécticamente; hace una conjetura que especula con la verdad de la lógica de su porvenir; la lógica de su saber es la condición que se anticipa con su especulación; lo que no se sabe no es sino especulación, fundamentalmente indeterminado. Su aumento, por lo que la condición histórica anticipa, no puede ser sino negativo; avanza con algo sobre algo, esto es, lo determina; no avanza positivamente en su verdad sino sólo en su falsedad, esto es, negativamente, cuando se sabe no verdad. Una proposición dice "veo", y asume afirmativamente el contenido perceptual "veo" como verdad; ahora dice "veo ésto y no esto otro"; aumenta por la lógica negativa de su ampliación, el "veo" inicial se hace negativo en ésto o lo otro; aumenta en la continuidad que lo hacía fundamento de su teoría, esto es, "ver". Hago uso premeditadamente de un objeto perceptual y no conceptual por la importancia que ello tiene en términos de aproximaciones y no sólo en términos noumenales, es decir, extiendo la continuidad de la teoría en una forma de suspensión temporal que sea próxima al objeto en el que su contenido es límite y con el que se hace continuo, es decir, define la forma con el tiempo de la urgencia. Podríamos poner casos de la relevancia falsacionista en el aprendizaje espacial en el andar de un niño, el uso del lenguaje, la agilidad para escribir en un teclado de un móvil u ordenador, o el aprendizaje matemático, pues son, en su principio, lo mismo.

    Se comprueba que la insistencia quiere hacer pensamiento de mala gramática, por ello, ni entiende ni comprende. La constancia de su tiempo, más que algo verdadero, es algo incierto; es su indeterminación. El falibilismo y la falsación argumentan con el fundamento de la negatividad. Como el futuro siempre puede mostrar una falsedad en el límite intrínseco que alumbra la posible falsación siempre podemos estar equivocados y toda teoría es falible a priori; la verdad siempre es afirmativa y no tiene a priori su negatividad; su a priori se amplía en lo que añade la condición histórica. De hecho, la superación del falibilismo ingenuo, esto es, de la absoluta determinación de la falsación, se basa en la superación teorética del mismo problema que abre su negatividad. El cuidado es lo que distingue al filósofo de la ciencia del fanatismo del cientificista; el primero cuida el fundamento del saber, y el segundo hace leña con su falta.

    Hago a Popper y Peirce los mismos en la comprensión del carácter hipotético de la verdad de Kant. No es que no se pueda alcanzar la verdad sino que no podemos nunca estar seguros de ella. Está claro que la condición temporal, en un sentido histórico que va más allá de Kant, hace de todo objeto de conocimiento una parcela muy falible; debe ser cuestionada en todo lo que se indetermina. Da lo mismo que el límite se llame cosa en sí, falibilismo o falsación; no es sino su margen.

    Hace meses que puse en ridículo la comprensión que Mario Bunge hacía del problema de la cosa en sí como si se tratase de algo que escondía la cosa, que estuviese en la cosa como una variedad de algún misterioso simismo. Las moléculas, átomos o cuántos no son más que conceptos que pretenden, en su ignorancia de precipitación, apropiarse de ella; se entiende el en sí como dentro de algo a lo que se accede por medio de una forma parasitaria, gramática de idiota de quien para pensar utiliza más las palabras que lo que les da contenido. Está claro que la filosofía de un Kant nunca debe ser confundida con la de un imbécil que pretenda hacer de él un patán. La relevancia epistemológica no se reduce a la idiocia de su gramática, pura e irracional idiotez, sino que se basa en ello para crear. Como ocurre siempre que se ven las tripas al cientificismo se encuentra el delirio hegeliano en su más perversa faceta, la ideológica, la condición que trata de imponer como si fuese verdad. Es paradójico que esa ideología la llamen, con gran cinismo, ciencia. Y fue así que hace no muchas semanas puse una cita de Beck que refería a lo que "en círculos científicos denota ignorancia, mediocridad, utilización irreflexiva de términos ambiguos o emotivos propios del lenguaje cotidiano" de esos charlatanes presuntuosos. Recuerden, pues, quién habla constantemente de "verdad" y "realidad", y quién las mira con desprecio.

    No se me piden explicaciones filosóficas sino que no se sabe qué significan términos ya aclarados. No dije "insistencia" por decir sino porque ya se ha repetido demasiadas veces. No es la misión de la filosofía enseñar a usar el lenguaje sino, más bien, su aclaración de sentido. Bunge criticó a Wittgenstein por esto mismo, ¡porque era trivial!. De quien tiene como maestro a gente como ese chapucero de Bunge acepto cualquier cargo que me ponga; no es ofensa sino insignificancia.

    Dime con quién andas y te diré quien eres.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 01/07/2009 a las 07:02

  10. #10
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    Predeterminado Respuesta: Negatividad de la falsación

    Estimado R.S.:
    el problema de todos los falibilismos, relativismos, escepticismos, es que para exponerlos sus partidarios aseveran. Es decir, niegan en la misma aseveración lo que están aseverando.
    Decir que todo es falible es afirmar que hay algo que no lo es: la afirmación de que todo es falible.
    En fin, sé que estoy repitiendo viejas aseveraciones... Pero como no veo pasar esa lógica en lo que se asevera en este tema...
    Cordialmente

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