Desde el Viernes de Concilio hasta ayer ocurrieron 104 asesinatos en Caracas

Paola Silveira, la esposa de Gabriel Valencia, se lanzó al piso a llorar desesperada cuando se enteró que estaba muerto (Fernando Sánchez)
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* En seis entidades hubo 114 homicidios

Desesperada, asustada y aferrada a la poquitísima fe que le quedaba llegó Paola Silveira hasta la morgue de Bello Monte para preguntar por su esposo desaparecido. Desde el jueves en la tarde no lo veía ni sabía algo de él. Y aunque esperaba encontrarlo con vida, tenía el presentimiento de que algo malo había ocurrido con Gabriel Valencia, de 32 años.

"Él siempre me llama desde donde esté para que yo sepa que está bien", dijo ella muy asustada, antes de entrar a la oficina de la medicatura para hacer la diligencia.

La última vez que Paola lo vio fue el Jueves Santo a la 1:05 de la tarde. En la redoma de Petare se despidieron porque él con un amigo se llegarían hasta el barrio Santa Cruz del Este a contactar a una persona que lo ayudaría a mandar dinero para su Colombia natal. Desde entonces, Paola nada supo de su esposo.

Según le dijo el amigo de Gabriel a Paola, ambos estuvieron juntos por los predios de Santa Cruz del Este hasta pasada la medianoche de ese jueves. Según ese desconocido, Gabriel le había insistido en quedarse por allí. Pero el acompañante le dijo que no, y al parecer lo dejó.

El viernes en la mañana, Paola comenzó a inquietarse por la ausencia de llamadas y empezó ella a marcar desesperada el número del celular de su esposo. Alguien le atendió, pero no le contestó. Después le apagaron el teléfono. Así que durante todo ese día y el sábado, Paola y su familia se dedicaron a recorrer los hospitales para saber si estaba herido. Pero no lo encontró en ninguna parte. El único sitio donde le faltaba buscar era la morgue y hasta allá llegó el domingo a las 8:54 a.m.

"Yo prefiero encontrarlo con una mujer que muerto. Prefiero esa humillación que el dolor de perderlo para siempre", dijo nerviosa, mientras apretaba las dos fotos de su marido que llevaba consigo.

Las características que ella ofrecía, correspondían a las de uno de los 104 caraqueños que desde el Viernes de Concilio hasta el Domingo de Resurrección habían ingresado a la morgue. Ese cuerpo había entrado el Viernes Santo en la tarde sin identificación.

El padre de Paola bajó a reconocerlo. Al tenerlo en frente, reconfirmó lo que todos ya sabían: Gabriel Valencia había sido asesinado quizás para robarlo.

Al enterarse, Paola se desgarró en gritos, pidiendo que todo aquello fuera una pesadilla. "¿Ahora cómo le digo yo a mis hijos cuando me pregunten por su papá que lo asesinaron?", se repreguntaba mirando la foto de su marido muerto.

Gabriel había llegado a Caracas hacía 15 años, siguiendo los pasos de sus hermanos mayores. Vivía en Petare, en el sector Puente Ceiba y trabajaba en una distribuidora de telas desde hacía tres años.

Ambos tenían dos pequeños, uno de cinco años y otro de tres. Durante los últimos meses ambos reunían para regresarse a Colombia. La inseguridad los ahuyentaba.

(tomado de El Universal)