LA CONEXIÓN ENTRE EL ABORTO, LA HOMOSEXUALIDAD Y EL SATANISMO.
El aborto es posiblemente la más maléfica forma de actuar que ha ideado la mente humana. Supera ampliamente en cantidad, brutalidad e inhumanidad a la guerra y a cualquier forma de genocidio habida en la historia. Incluso las cámaras de gas en las que fueron exterminados millones de judíos pueden considerarse un método rápido y humanitario en comparación al descuartizamiento intrauterino -sin anestesia, sedación ni miramiento de ningún tipo- que debe soportar un bebé no-nato. Además, existe un "detalle" que convierte aún en más diabólica esta práctica: es la misma madre quien se encarga de asesinar a su propio hijo. Esta circunstancia provoca que el aborto alcance el culmen de la maldad. Una madre asesinando a su propio hijo supone un refinamiento de perversidad que haría gritar de placer al mismísimo diablo y a todas las legiones de demonios infernales. Nada puede superar en maldad esta abominación.
Y si sabemos que esto es así, si el grado de perversidad es tan extremo y la maldad tan insuperable, no puede por menos que dejarnos perplejos el hecho de que el infanticidio prenatal esté tan generalizado.
Vamos a analizar en detalle este punto tan intrigante: ¿como es posible que personas en apariencia "normales", puedan no sólo transigir, sino promover e incluso ser partícipes activos del crimen del aborto?
Para empezar fijémonos en nuestra sociedad. El mundo actual se caracteriza por una tendencia casi universal a generar sociedades democráticas, donde las personas puedan expresar libremente sus convicciones a través de las elecciones. Y en todas las partes del mundo donde existen regímenes democráticos, invariablemente suelen formarse dos grandes grupos de electores confrontados, por un lado, el grupo de los moralistas, también llamados conservadores, tradicionalistas, derechistas, etc, que son aquellos que reconocen la existencia de Dios y acatan Sus Mandamientos. En el otro lado, los que no aceptan la existencia de Dios y, en consecuencia, rechazan la existencia de cualquier código moral que emane de Él, son los llamados izquierdistas en sus diferentes variantes: comunistas, socialistas, liberales, progresistas, etc.
Casi sin excepciones, a este segundo grupo pertenecen casi todos los defensores del abortismo. En el otro grupo, el de los moralistas, la definición contraria al aborto está más definida, aunque tampoco es general.
Vayamos por partes. Es natural que los derechistas se opongan al aborto por una simple cuestión de coherencia religiosa. Las principales religiones del mundo tienen su fundamento en la ley natural, que preconiza la conservación de la vida propia y ajena como bien máximo a salvaguardar, y se oponen a esta barbarie. Y el cristianismo en particular la rechaza de plano. Los izquierdistas están libres de esta necesidad de cumplir los mandatos religiosos y apoyan el aborto, a excepción de algunos minúsculos grupos de ateos con escrúpulos de conciencia.
Sin embargo, teniendo en cuenta la abominación inhumana de la que estamos tratando, no parece justificación suficiente la falta de principios religiosos para justificar el asesinato de un niño. Las religiones y la ley natural rechazan por principio elemental la muerte del inocente. El crimen no sólo no se permitie por que esté así regulado en los Mandamientos divinos, sino también porque resulta repugnante a cualquier mente sana. El asesinato de un bebé repugna a la razón y a los instintos más elementales del hombre, independientemente de sus adscripciones religiosas.
Entonces, la gran pregunta es: ¿si el crimen, cualquier crimen, es abominable, por qué se acepta el asesinato en el caso del aborto?
La respuesta la encontramos, en la Biblia: a la gente que lucha contra Dios, contra la fe, o vive habitualmente en pecado, el diablo la considera como a sus súbditos y la utiliza para atacar al prójimo y a la Iglesia.
San Pablo nos advierte explícitamente de que el diablo se apodera de las voluntades de aquellos que viven alejados de Dios:
que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad, y volver al buen sentido, librándose de los lazos del Diablo que los tiene cautivos, rendidos a su voluntad. (1 Timoteo 2, 25-26)
Contra lo que muchos piensan, las pesonas que rechazan a Dios no viven ajenas al mundo espiritual que nos rodea. Todo el que rechaza a Dios se convierte automáticamente en un esclavo del diablo, y desde ese momento, son los demonios los que teledirigen su mente, apartándolo cada vez más de la Verdad, y conduciéndolo, pecado a pecado, hacia la perdición definitiva. El hombre que rechaza a Dios, rechaza al mismo tiempo la luz que le proporcionan los Mandamientos como guía moral, y sin este agarradero seguro por el que transitar, los diablos lo manejan como un pelele para que sirva fielmente a sus nefastos designios.
Tras rechazar a Dios, es sólo cuestión de un poco de tiempo que los espíritus malignos consigan apartarlo también de la moral natural más elemental, nublándole la razón con toda clase de pecados, vicios y perversiones. La soberbia del hombre que rechaza a su Creador tiene consecuencias desastrosas que la Biblia nos explicita de forma diáfana:
"porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.". (Romanos 1, 21-32)
Estas palabras de San Pablo no necesitan comentarios. El rechazo de Dios conduce a la amoralidad y la depravación más extremas. Esto explica en parte la coincidencia de que sean los ateos quienes promuevan el aborto, la eutanasia y las aberraciones contranatura como los "matrimonios" homosexuales. Y este mismo pasaje de San Pablo nos remite de nuevo al título de este escrito: la conexión del aborto con la homosexualidad y el satanismo. A poco que nos fijemos, nos daremos cuenta de un detalle que suele pasar desapercibido, pero que resulta muy fácil de contrastar con la realidad: los homosexuales son a día de hoy la punta de lanza del izquierdismo más amoral.
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