Anoche en mi febril delirio,]
Mis labios urgían en tu boca,
Su sed, saciar.
Y en el cenit de un orgasmo,
Ansíe gritar tu nombre,
Y entonces, imploré:
-Tú que me has robado la calma,
Y por las noches se nutre de mis ganas,
Por piedad, decidme ¿Vos quién sois?
¿Acaso, cura o veneno?
¿Ángel o demonio?
¿Infierno o redención?-
Y después, de un doloroso silencio,
-SOLEDAD-
Rugió mordaz,
-¡Siempre has sido mía,
Yo de ti, jamás!-
Sentenció, con crueldad.
Y mi mundo se fragmentó,
en líquidos cristales.
Marcadores