Pude leer de cabo a rabo el libro de Andrés Oppenheimer Cuentos chinos... y quedé más que fascinado por la prosa y facilidad con que este periodista trata cada tema. Sin embargo eso no es lo más importante. El texto es sí es enriquecedor. Da luces de lo que se debe y no hacer en materia macroeconómica. Pero no es Oppenheimer quien desliza la idea antes mencionada. Son los propios personajes- presidentes, ministros, embajadores, empresarios- de alto rango y éxito, que han permitido que sus economías particulares, naciones si desea mejor, lleguen a despegar y situarse ahora entre las más importantes del mundo.

Las recetas son variadas: algunos parten del socialismo democrático. De la economía liberal pero con ajustes sociales. Del capitalismo más radical y, sin embargo, direccionado al empleo bien remunerado, a estructuras viables y enriquecimiento no de unos pocos sino la tranquilidad monetaria de muchos, sino la de todos. Incluso del nacionalismo (China) con un salto a la inversión abierta y exportación, acuerdos y no censuras.

Los actores del tema concuerdan en cuatro puntos: si se desea empleo, más inversión. Si desean inserción en el mercado mundial, entonces acuerdos y tratados internacionales con países de economías fuertes. Si deseas mejores profesionales invierte en educación, investigación e infraestructura. Por último, no más populismo, no más nacionalismo a ultranza ni dictaduras escolásticas.

Ahora, tomar la experiencia de países que han enrumbado al éxito (Irlanda, India, China, Estonia, Singapur) es viable, pero, siempre hay un pero, no se pueden repetir ni copiar del todo. Somos países distintos en pensamiento, raza, credos, situación geográfica, ideología y educación. Cualquier acuerdo debe pasar por lo que hicieron primero los que hoy miran de arriba a abajo: ACUERDOS NACIONALES Y DE ESTADO, NO DE GOBIERNO. Ese es la punta del iceberg que luego se traduce en exportación, importación y mejoras económicas en un país.

Todos, sin excepción, pusieron la mira en 15 o 20 años al futuro, nada de lustros o recetas de "yo salvaré el país". Así se debe hacer. Reglas claras, inversión, y allí es donde triunfan los poderosos, en educación e investigación. Así sea.