No es nada sencillo el participar en una contienda, sea cual fuere, aún más si es política. Ya he gozado y perdido, también ganado, entre comillas, de alguna de ellas. Mi último encuentro con los mítines y parcantas -lieteralmente hablando- a sido en el 2000.

En todas he podido palpar el interés, apego, fanatismo, decidia, esperanza, llanto, cansancio y demás de cientos de personas, pero sólo han ganado un puñado. Y lo digo de la mejor forma: los beneficiarios han y serán siempre.. los de siempre. ¿Quienés? Pues los encarnetados, los ayayeros, los sobones y aquellos que se entornillan en los cargos de confianza para beneficio mutto y de sus familiares.

Estuve desde joven con Izquierda (des) Unida. Vi llegar a Barrantes y morirse olvidado, no como los que hasta ahora, camaleónicos del poder y en puestos claves, se hacen llamar de centro moderados.

Ayudé a una amiga aprista ( no sé si hasta ahora lo será, creo que ya no) pero por Obras, del nefasto y dizque propietario del canal del pueblo, Ricardo Belmont. Luego por Somos Perú del gordo Andrade, eso fue por encargo de un amigo que me pagaba por ayudarlo. Después anclé en Perú Posible, del cholo sagrado. Y esta vez por presión de mi madre, y para darle gusto.

Así que las cuatro veces salí más que decepcionado. Algunas veces de sus cuadros y líderes, con excepción de Alfonso Barrantes, un señor y caballero recto y de intachable moral. En lo consecutivo... plop. Para dar gusto, por ayudar, pagado o por convicción, nada, pero nada más decepcionante y delusorio que estar en una contienda política. Y lo juro, no me verán más por estos oficios.