El fin del mundo, el juicio final con sus señales es uno de los temas estrellas de los enviados divinos, profetas, hijos genéticos o adoptivos, y otros.
Para los teólogos racionalistas es un hueso duro de roer. Tomás Aquinas abordó este tema, parece ser en su juventud. Actualmente se publica como un suplemento a la tercera parte de la Suma de teología. La Summa theologica puede encontrarse en internet en castellano, inglés, francés, etc., pero no hay manera de encontrar este suplemento traducido al castellano y encontrarlo en latín es dificilísimo (sólo en Google books).
Lo traigo aquí en español porque me ha parecido interesante la racionalización que Tomás hace de las contradicciones de las escrituras en este punto. .
Salud.
Tomás Aquinas. Suma teológica. Suplemento de la tercera parte.
Cuestión 73. De los signos que precederán el juicio.
Artículo 1º. Si precederán algunos signos la llegada del Señor al juicio.
1. Parece que no habrá signos que precedan la llegada del Señor al juicio, pues según Tes, 5: «Cuando digan "Paz y seguridad", entonces, de repente les sobrevendrá la destrucción.». Pero no habría paz y seguridad, si los hombres fueran aterrados por signos previos. Por tanto no precederán signos la llegada.
2. Además, los signos y manifestación de algo, son ordenados. Pero su llegada debe ser oculta; por eso también Tes 5: «Como ladrón en la noche, así vendrá el día del Señor.» Por tanto no deben precederla signos.
3. Además, el tiempo de la primera llegada fu conocido previamente por los profetas, lo que no se da en la segunda llegada. Pero ningunos signos de esta clase precedieron la primera llegaada de Cristo. Por tanto tampoco precederán la segunda.
Pero está en contra lo que se dice en Luc 21, 25: «Habrán signos en el sol, la luna y las estrellas, etc.».
2. Además Jerónimo pone quince signos precediendo el juicio, diciendo que el primer día todos los mares se elevarán quince codos sobre los montes. El segundo día todos los mares caerán hasta lo más profundo, de manera que apenas podrán verse. El tercer día volverán a su antiguo nivel. El cuarto día todas las bestias y otros animales que se mueven en las aguas se juntarán y levantarán su cabeza sobre el mar, y bramando como si pelearan. El quinto día se juntarán en los campos todas las aves del cielo, llorando sin comer ni beber nada. El sexto día ríos ardientes se elevarán contra el firmamento, cayendo desde el ocaso del sol hasta el ****. El séptimo día todas las estrella errantes y fijas desprenderán coas´de fuego, como los cometas. El octavo día habrán un gran terremoto que derriba a todos los animales. El noveno día todas las plantas darán un rocío de sangre. El décimo día todas las piedras, pequeñas y grandes, se partirán en cuatro partes, cada una entrechocando con otra. El undécimo día todas las colinas y montes y edificios serán reducidos a polvo. El duodécimo día todos los animales vendrán a los campos desde las selvas y los bosques, rugiendo y sin comer nada. El décimo tercer día todos los sepulcros, desde el **** del sol hasta el ocaso, se abrirán para la resurección de los cadáveres. El décimo cuarto día todos los hombres saldrán de sus casas, sin comprender ni hablar, sino corriendo. El décimo quinto día todos morirán y resucitarán con los muertos difuntos desde mucho antes.
Respondo diciendo que cuando Cristo venga a juzgar aparecerá en forma gloriosa, por la autoridad debida al juicio. Pues la dignidad del poder judicial es pertinente que tenga algunos indicios que induzcan a la reverencia y la sumisión. Por precederán muchos signos ello la llegada de Cristo viniendo al juicio, para que los corazones de los hombres sean llevados a la sujección del Juez que vendrá y que estén preparados para el juicio advertidos por esos signos.
Pero cuáles serán estos signos no puede saberse fácilmente. Los signos que se leen en los evangelios, como dice Agustín ("A Hesiquio, Sobre el fin del mundo", epístola 80), no sólo son adecuados para la llegada de Cristo al juicio, sino también para el tiempo dela destrucción de Jerusalén y para la llegada en que Cristo visita continuamente su Iglesia. De manera que si se observa con atención, no se encuentra ninguno de ellos que se corresponda con la futura llegada, como él mismo dice, ya que esos signos qeu se mencionan en los evangeliso (como guerras y terrores de este tipo) han existido desde el principio del género humano. Excepto que se diga que en ese tiempo serán mayores, pero es incierto en qué medida crrecerán de manera que muestre la inminencia de la llegada. Los signos que Jerónimo pone, no los afirma, sino que dice haberlos encontrado en los anales de los hebreos, los cuales a su vez parecen tener poca verosimilitud.
1. Así pues, a lo primero hay que decir que, según Agustín, en el libro mencionado "A Hesiquio", hacia el final del mundo habrá una persecución de los malos contra los buenos, con lo cual algunos, los buenos, tendrán temor, otros, los malos, estarán seguros. Lo que se dice: «Cuando digan "paz y seguridad", etc.», se refiere a los malos, que menospreciarán los signos del juicio. A los buenos atañe lo que dice Lc 21: «[26] petrificados los hombres, etc.». O puede decirse que todos los signos que habrá en juicio, serán contados como del tiempo del juicio, de manera que el día del juicio los contendrá a todos. Por ello, aunque los hombres sean aterrorizados por los signos previos al juicio, sin embargo antes de que empiecen a aparecer, los impios creerán estar en paz y seguridad, tras la muerte del Anticristo, antes de la llegada de Cristo, al no ver consumirse el mundo en seguida, como pensaban anteriormente.
2. A lo segunda hay que decir que se dice que el día del Señor viene como ladrón, pues se ignora el tiempo determinado, que no podrá ser conocido por los signos, aunque puedan ser comprendidos en el día del juicio todos aquellos signos muy manifiestos que precederán inmediatamente el juicio, como se ha dicho.
3. A lo tercero hay que decir que en la primera llegada de Cristo, vino oculto, aunque el tiempo determinado había sido conocido antes por los profetas. Por ello no era preciso que aparecieran tales signos en la primera llegada, como aparecerán en la segunda llegada, aunque el tiempo preciso esté oculto.
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