Antes de que partas en ese viaje cuyo destino sólo tu sabes,
de los que sólo tu alma es la viajera,
deseo pedirte tres presentes: Un beso, un poema y una flor.
Un beso puro y diáfano, tierno y suave,
de esos inocentes que sé que puedes prodigar.
Un poema que me haga pensar en ti
mientras no estés, que me haga soñar bajo
la luna de noviembre, que me prodigue
la luz de tu presencia en los días de ausencia.
Y una flor... una flor etérea,
de dulce perfume y de vida eterna,
para ponerla en mis cabellos y dejar
que su fragancia llene las estancias
de mi alma inquieta...
Una flor que hayas cultivado para mi sola...
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