Entre los que se dedican a la filosofía, encontramos a humanistas que sienten cierta aversión hacia la ciencia, olvidando que existen las ciencias sociales. Se jactan de que algún filósofo griego, que existió hace más de 2.000 años, anticipó algunos de los hallazgos de la ciencia contemporánea. Al respecto puede decirse que, si juntamos las diversas opiniones de todos los filósofos griegos, cubren todas las posibilidades.
Este es un caso similar al de los astrólogos; si juntamos a varios astrólogos, entre todos hacen variados pronósticos no quedando nada fuera de lo previsto. La ciencia, por el contrario, encuentra y elige la mejor descripción entre todas las posibles. Henri Poincaré dijo: “Descubrir es elegir”.
En la actualidad podemos distinguir entre una filosofía especulativa, cuyo método se parece al de la astrología, en donde tienen vigencia variadas y opuestas opiniones sobre un mismo tema, y la filosofía científica, que si bien no da respuestas de unánime aceptación, parte del conocimiento científico aceptado en una determinada etapa del conocimiento.
Lo lamentable de la situación es que la filosofía especulativa trata de imponer su “método” incluso a las ciencias sociales, desconociendo el carácter científico que éstas pretenden lograr. Pareciera que la verdad no es esencial en el conocimiento, sino la disputa y el debate filosófico; algo que nos hace recordar las discusiones de los antiguos sofistas. Incluso, como su lenguaje es oscuro y confuso, producto de cierta irracionalidad subyacente, suponen estar en la cima de la intelectualidad calificando despectivamente a quienes no son capaces de acceder a tal enredo de frases y palabras.
Quienes se dedican a las ciencias sociales o, incluso, a la filosofía, deben tener en cuenta estos aspectos. El psicólogo B.F. Skinner escribió: “He planteado preguntas acerca del organismo y no de los que han estudiado el organismo”. Con ello indica que el científico debe tener puestos los ojos en la realidad y no en las distintas opiniones sobre la realidad. Esta actitud debe ser compartida por el filósofo, excepto cuando estudia Historia de la Filosofía en donde tiene que enfatizar sobre el conocimiento de distintos autores.
Lo que realmente sorprende, en algunos escritos que pretenden ser filosóficos, es la ausencia de restricciones. Veamos algunos aspectos que desconocen:
a) Ley natural: al ignorar la existencia de leyes naturales, sus escritos pueden conducir a mundos imaginarios o inexistentes, tal como ocurre en el mundo de los dibujos animados y la fantasía.
b) Verdad: al suponer inexistente una verdad objetiva, puede escribirse cualquier cosa y se entra en el mundo del “todo vale”.
c) El Bien: al suponer inexistente el Bien, como algo objetivo, no existen restricciones éticas en cuanto a la influencia que puedan tener los escritos realizados.
En cuanto a la validación del conocimiento, como no se hace referencia a leyes naturales ni a aspectos éticos ni siquiera se tiene en cuenta la posible veracidad de contenidos, sólo queda el consenso de quienes comparten determinadas posturas, es decir, la filosofía especulativa tiene validez para un reducido número de “intelectuales” que intercambian elogios y admiración mutua. Y para colmo, aún ignorando la ciencia, suponen que son ellos los que la dirigen, ya que “es ciega si no se inspira en la filosofía” (así como es por ellos entendida).
Al ignorar la existencia de leyes naturales, descartan también la existencia de un orden natural. Por lo que creen en el "caos primigenio", el estado del universo hace más de 13 mil millones de años.
Cuesta creer que alguien desconozca la existencia de leyes naturales y suponga que por ello deba "dirigir a los científicos", que son justamente los que buscan y describen esas leyes.
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