En alusión al clima político de Estados Unidos y Rusia, el filósofo e historiador francés Alexis de Tocqueville escribió en 1835: “El uno tiene como principal medio de acción a la libertad; el otro a la servidumbre. […] Sus caminos son diversos; sin embargo, cada uno de ellos parece llamado por un designio secreto de la Providencia a tener un día, en sus manos, los destinos de la mitad del mundo”. ¿Hasta qué punto se cumplió esta predicción tras la II Guerra Mundial? El historiador J. M. Roberts escribe: “Al final de la II Guerra Mundial, parecía que los destinos del mundo iban a acabar regidos por dos grandes polos de poder muy distintos entre sí: uno radicado en lo que había sido Rusia, y el otro, en los Estados Unidos de América”.
En las dos conflagraciones mundiales, Alemania, en su papel de rey del norte, había sido el principal enemigo del rey del sur, la potencia mundial angloamericana. Sin embargo, el país germano quedó dividido tras la II Guerra Mundial. El sector occidental se alió con el rey del sur, mientras que el oriental se alineó con otra poderosa entidad, el bloque comunista de naciones, encabezado por la Unión Soviética. Este bloque, o entidad política, ocupó el puesto de rey del norte y se opuso con firmeza a la alianza angloamericana. La rivalidad entre ambos reyes desembocó en la Guerra Fría, que se extendió de 1948 a 1989. Con anterioridad, el rey del norte alemán se había vuelto “contra el pacto santo” (Daniel 11:28, 30). ¿Qué actitud tendría el bloque comunista con relación al pacto?
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