El monarca sirio Antíoco IV invade Egipto y se proclama rey de ese territorio. A instancias del rey egipcio Tolomeo VI, Roma envía al embajador Cayo Popilio Lenas, quien lleva consigo una flota impresionante y órdenes del Senado romano de que Antíoco IV renuncie al trono de Egipto y abandone el país. El rey de Siria y el embajador romano se encuentran frente a frente en un barrio de las afueras de Alejandría, Eleusis. Antíoco IV pide tiempo para consultar con sus consejeros, pero Lenas traza un círculo en torno a él y le dice que ha de responderle antes de cruzar la línea. Humillado, Antíoco IV se pliega a las exigencias de roma y regresa a Siria (año 168 a.E.C.), lo que pone fin a la confrontación entre el rey del norte sirio y el rey del sur egipcio.
En virtud de su supremacía en Oriente Medio, Roma sigue dominando a Siria. Por consiguiente, si bien otros reyes de la dinastía seléucida gobiernan en ese país tras la muerte de Antíoco IV, en 163 a.E.C., no ocupan la posición de “rey del norte” (Daniel 11:15). Finalmente, Siria se convierte en una provincia romana en 64 a.E.C.
La dinastía tolemaica de Egipto conserva el puesto de “rey del sur” durante algo más de ciento treinta años después de la muerte de Antíoco IV (Daniel 11:14). En el año 31 a.E.C., el gobernante romano Octavio derrota en la batalla de Accio a las fuerzas aliadas de la última reina tolemaica, Cleopatra VII, y del amante de esta, el romano Marco Antonio. Tras el suicidio de Cleopatra al año siguiente, Egipto también se convierte en una provincia romana, con lo que deja de ser el rey del sur. En el año 30 a.E.C., Roma ha subyugado tanto a Siria como a Egipto. ¿Hemos de esperar que en este punto los papeles de rey del norte y rey del sur recaigan en otras gobernaciones?
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