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Tema: La sociedad y su religión

  1. #1
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    Predeterminado La sociedad y su religión

    Todos los esquemas sujetos al conocimiento se basan en una adecuación trascendental de los mismos y el mundo que les sirve de molde. Esta posición es básicamente filosófica, pero es la misma desde una perspectiva biológica, psicológica o neurológica. La cuestión es que es trascendental. En la desmitificación de su cosa en sí la hacemos trascender de otra forma, hacemos que su ser cosa así sea otra forma de ser de esa cosa.

    La religión es una forma trascendente de relación del hombre y el mundo en la que el hombre vuelca toda la fuerza de su impresión. El mundo de la religión, en este sentido, es sólo distinto de otros en su grado de temor y respeto suscitado. Se hace claro objeto de admiración y profanación. La religión determina el grado de moralidad de los objetos, y la sociedad es el cauce en el que establece esa moralidad.

    La religión es una forma límite de trascendencia de la moralidad. Cursa los olvidos de la conciencia típicos de la tradición en donde preservar el objeto tiene más importancia que la que puede descubrir su profanación. Las condiciones límite terminan por reposar en el esquema de conformación de la experiencia de la realidad.

    El uso del objeto Dios en la religión, en esta línea de pensamiento, es sólo una variación de las infinitas posibilidades de trascendencia. Dios puede ser la objetivación del miedo y angustia que despierta la muerte, el dolor de la falta de alimento o agua, la posesión demoníaca del sexo, o la dependencia del vínculo materno. Los diferentes aspectos que damos a Dios no son sino el respeto que establecemos al recrear o nombrar una situación y condición de posible trascendencia.

    Pero no sólo son trascendencias las formas que la antropología nos ha mostrado como típicamente religiosas, sino todas aquellas que cumplan una misma función en los procesos de trascendencia velados a la conciencia. No necesitamos arrancarnos las ropas y sacrificar a cualquier criatura para recrear una forma de rito. Cualquier forma de respeto nace de una trascendencia que reposa en un significado a respetar, no nace positivamente y con un carácter definitivo que no sea un posible objeto a profanar. El discurso de los objetos que trascienden debe tanto a lo que es sagrado en ellos como a lo que en ellos es profano. En ellos hay una posibilidad para la conciencia y su consiguiente modificación.

    No somos menos tribales en nuestro respeto por formas políticas, excitación por simbolismos deportivos, cuidado de la educación de nuestros niños, admiración por personas renombradas, inclinación al recreo lingüístico, defensa de la divinidad de la verdad, vestuarios respetados conforme a la moda o situación, o, simplemente, todas las condiciones que reproducimos al vivir.

  2. #2
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Entonces todas nuestras costumbres, nuestra forma de vivir, en fin, nuestra cultura, ¿serían una forma de religión? No lo había visto de esta manera. Claro, en general es algo irracional que obedecemos ciegamente.

    En ese caso, la actitud escéptica, ¿sería la rebeldía ante esa religión?

    Quizá lo importante sea ver la relevancia de estas actitudes, es decir, si sigo la moda o no la sigo no genera un mejoramiento o empeoramiento profundo en la sociedad. Si soy o no fanático de un cuadro de fútbol, y así. Es decir, no le veo una relevancia que se asemeje a la relevancia que tiene la religión, y sobre todo que tuvo en épocas pretéritas, cuando gobernaba el mundo junto con los reyes, o la importancia que tienen aún hoy muchas de ellas, sobre todo las monoteístas, en el aspecto político.

    Si, claro que cuando la religión decayó a causa del ascenso de las relaciones que impuso el modelo capitalista, este nuevo tipo de sociedad tuvo que imponer otros símbolos para llenar ese vacío, y surgió el nacionalismo fundamentalmente y las maneras más variadas de sentimientos de pertenencia a grupos, para que el hombre se sintiera perteneciente a un colectivo, a algo más grande que el mismo. Y claro, como forma de control social.

    En algunas partes del mundo surgió el nacionalismo, como se ve claramente en Europa, en otras partes surgieron otras variantes, como en el Río de la Plata el caudillismo. Por ejemplo aquí en Uruguay, los habitantes antes de tener conciencia de nación, supieron tener conciencia de perteneciente a una de las dos divisas tradicionales, Blancos y Colorados. Y no se por que pero me parece que me fui por las ramas.

    El hecho es que habría que estudiar bien de que se trata, o mejor, que tipo de símbolos están asentados en la sociedad actualmente. Supongo que además varía de acuerdo a las distintas regiones, cosa que se atenuó con la globalización pero aún no del todo.

  3. #3
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Tomando una arista de lo que dice Alberto: es posible ver como la gente no religiosa termina abrazando un credo - supuestamente propio- y siendo fiel a él, como una búsqueda de coherencia, de identidad, finalmente de trascendencia.

    Ese credo se refleja en la sencilla frase "así es la vida" de los viejos.

    Y el creyente más terco, el de discurso más tieso, es aquel que argumenta basado en "verdades" científicas o económicas.

    Por ejemplo, se puede abrazar como credo la evolución de las especies y extrapolarla a todo, defender la libre competencia, el crecimiento económico, el rol de la mujer, el honor, las tradiciones patrias, etc.

    Y el credo está en el discurso, en el que se emite a los otros -cual político o agencia noticiosa- y se emite para si mismo (uf! tenemos un político interno que logra engañarnos jaja o hasta tal vez hacernos felices jajajja).

    Difícil vivir sin credo y a la vez afirmar el ego. La gente quiere seguridad y buenos discursos. Pocos quieren aceptar que no hay verdades si no que consensos temporales, o bien persuasión, engatusamiento o engaño.

    ¿Qué creen?

  4. #4
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    El sentido del tema no es lo religioso como una religión definida, tal cual, sino el fenómeno religioso como problema sociológico. El enfoque que sigo es enormemente durkheimiano, y era mi intención al abrir el tema, exponer el sentido de la obsesión de Durkheim. Se estudia el tema incorrectamente al poner la mirada en la religión y no en el significado que subyace tras ella. Estoy harto de citar las casillas, pero el problema persiste más que lo que logro con mis aclaraciones. Las casillas son el supuesto formal que se asume sintéticamente y se despliega a partir del momento de esa síntesis. El problema de esa cosa en sí, el contenido que suponemos pero no reconocemos, y que nos ciegue con el exceso de luz de su oscuridad; es a lo que nos inclina, a nuestra pereza o falta de conciencia.

    La relación es del tipo religioso-cultural-social. Unas veces hay un orden, pero no hay una lógica estricta; no es conforme a una ley, sino conforme a su naturaleza. La adhesión obsesiva al esquema del orden causal es la recreación de ese mismo orden en su imposición oculta y velada a su conciencia; ignorada pero supuesta. Esa verdad la he lanzado por la ventana. No niego la causalidad, sino que no me entrego a ella; la comprendo. El enfoque filosófico de la ciencia es el que mira para descubrir y no se contenta con la imagen reflejada en el espejo, es la diferencia crucial entre ciencia y cientificismo. Recordemos que los órganos son medio tontos, más volitivos que conscientes. El cerebro no comprende su síntesis, como no la comprende el ojo. Lo único que comprende es el significado posible, que es del que dependemos. Esta función no es lineal, sino problemática como cosa en sí para afuera. De causalidad, nada; ¡por la ventana!; cabalmente, problematización causal, conciencia en su ejercicio, es decir, comprensión.

    Hace más de un año me permití aclarar esta cuestión a Santiago en un tema del Sr. Zigrino con una de sus típicas confusiones. La ley causal no es el problema sino nuestra dependencia o adhesión a ella. El enfoque de la urgencia es la deslegitimación epistemológica por el engaño al que conduce. Infinitesimalmente, nouménicamente, en su ridícula verdad, es el nihilismo de la estupidez humana.

    El credo del que nos habla Elmundo es ese a priori que desplegamos en un cauce que no podemos sino recrear como significados ahí, es decir, objetos desensimismados y profanados. Estamos atontados de tantos enfoques finalistas y causales, pues no son sino miopía y espejismo; no son sino el retraso del ejercicio de nombrar y querer desligar así una identidad no deshecha, sino sólo nombrada.

    No sé de influencias en Durkheim de Nietzsche, pero la profanación de los símbolos debe mirar primero por qué se profana, en qué consiste la profanación. Según Durkheim, que no era amigo de los dualismos o visiones dialécticas y dicotomizadas, eran el concepto que debíamos comprender para que fuese una herramienta útil. Lo sagrado no era en sí, sino en tanto que lo profano estuviese alejado de ello. Durkheim manejó informes antropológicos que Nietzsche desconocía y eso lo hace, quizá, algo menos filósofo. Al hacer crítica de esos hombres por medio de su actualización más que de su actualidad llegaremos más lejos. Ese es el afinamiento que propone mi pragmatismo, hacer las cosas posibles en el ejercicio de su conciencia. No es cuestión de si ésto es o no ciencia; ¡a mí qué me importa eso!; ésto es concebir filosóficamente una cuestión sociológica; que sea o no ciencia no es su caso; de ahí la incomprensión de que es otro caso.

    Los símbolos no son un fenómeno del pasado, ni la religión una costumbre que nuestro escepticismo haya erradicado. El cristianismo ya no cumple la misma función que antes, por ejemplo, pero su estilo de trascendencia está tanto en las leyes como en el sistema económico.

    Es verdaderamente desagradable tener que soportar cómo en lugar de estudiar a los clásicos no hacemos sino malinterpretarlos. La ética capitalista que Weber propuso no era esencialmente muy distinta de la de Marx, eran sólo distintas en las formas de trascendencia en las que se fijaron. Uno hizo su tumultuosa metafísica histórico-material y el otro su trascendencia económico-ético-social; y Durkheim miró lo mismo desde otro ángulo. El problema está en la trascendencia de los objetos y nuestro trato con ellos, pero pensamos que es algo distinto de nosotros mismos, nosotros somos la recreación de nuestro retraso.

    Si queremos aprender de hombres nuevos, casos raros, nuevas condiciones, el sociólogo tiene hoy al alcance desde nuevas interpretaciones antropológicas a enfermedades típicas como el estrés o la depresión. ¿Qué pensamos, que son objetos independientes de su trascendencia?. Por ese camino no se llegará a comprender nada, sino sólo a malinterpretarlo.

    La acción social de ir en coche o en avión no es muy distinta del cántico del paseo cuando se va a buscar agua al río, como no es muy distinto residir en una ciudad donde hay más oportunidades laborales de rezar por un dios del alimento.

    El hombre actual está infestado de una ideología que no difiere esencialmente de cualquier otra religión. Si es ideología o religión, o cualquier otra casilla, no importa sino en relación a nuestro objeto de reflexión.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 12/10/2008 a las 07:25

  5. #5
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Lo importante de la religión, es " como es entendida " si como cuerpo teórico filisófico por el que se atiene el sujeto, puede provocar unos graves y tremendos problemas de existencia y pudiendo quedar la persona marcada.

    Creo que el hombre en su intento de dar respuesta a la necesidad de saber sus origenes desarrolla el sentimiento de pertenecer a un sitio en el que se identifica con sus gentes al compartir la misma cultura, surgen "el nacionalismo". Muy propio en Europa.

    Y sobre el tema de la trascendencia la respuesta viene a través de " la fé " que sostiene la esperanza.

    En cuánto a las ideologías, me parece importante apuntar: Lo que va ha acompañar al hombre a lo largo de su vida es " la educación recibida " esos fundamentos son los que después él irá en pro o en contra, y menos importancia pero cabe señalar serán las primeras acciones por cuenta propia desde la juventud.

    Las nuevas generaciones incluyen o desplazan simbolos, modas y valores a manera de renovar lo que ya había, creo que tiene que ver con la evolución y la regeneración de la especie.

  6. #6
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Pero en definitiva, tomando ideología tan ampliamente, nadie puede estar excento de ideología en ninguna circunstancia, es decir, ideología me termina sonando a subjetividad, a una manera de ver las cosas.

    Entonces sería como decir que Uruguay y Argentina son iguales porque los dos son pedazos de tierra.

    No entiendo por que la acción social de vivir en una ciudad con más oportunidades laborales sea igual a la de rezar al dios del alimento. A mi me parecen muy diferentes en realidad, una es racional y la otra irracional. No es que me mudo a una ciudad que tiene más oportunidad de empleo porque pongo mi fe ciega en conseguir trabajo, voy ahí calculando mis mayores posibilidades de conseguirlo.

    Y las éticas de Marx y Weber, yo que se. Decís Alberto,"La ética capitalista que Weber propuso", y luego decís, "la de Marx", no entendí la ética que de Marx.

    Yo no se si entiendo mal, pero me da la impresión que esto que proponés sería como querer igualar todo. No todas las personas dicen asi es la vida, y eso denotaría más resignación que dogmatismo. No entiendo en definitiva que querés explicar con este tema, pero pensar que todo el mundo actúa todo el tiempo sin pensar, como en perpetuos rituales, o que todo es lo mismo, eso me parece equivocado.

  7. #7
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Hablamos claramente del fenómeno religioso. En la relación religioso-cultural-social se engloba toda una dirección posible como intencionalidad. No hablo de si los musulmanes hacen ésto o aquello o de si los católicos tienen tal relación con la virgen, digo que esas concepciones atienden a unas condiciones que son las que han hecho que esos objetos (símbolos y prácticas) hayan emergido o sean simplemente moneda social. Si hay casos conflictivos no hay más que ponerlos en la mesa y estudiarlos. Me temo que la definición de conflicto es compleja y mostramos una escandalosa pereza al reflexionar sobre ello. ¿Qué urge a un conflicto?. Como digo, creo que es su conciencia, pero ese camino suele estar relacionado con una epistemología causal más que comprensiva. Tal vez, un primer ajuste sea esa purga que llamo afinamiento perceptual y conceptual; pero entonces me van a atacar cientificistas y ontologistas porque mi plasticidad no es un marco teórico sino práctico, o sea, que es pseudofilosofía literaria.

    Lo religioso cobra pulso en la pertenencia al grupo o la indeterminación del otro en un aspecto con mayor relevancia por lo social que por lo auténticamente propio. El objeto propio es una mismisidad encerrada, cosa en sí sin interés sociológico; si acaso, con más interés mitológico. No son, es ese caso, los objetos por los objetos, sino la auténtica orientación moral; no son los objetos que asociamos en el ejercicio de su simbolismo, sino la indeterminación de realidad que se produce en ese proceso.

    Todo lo que se despierta en las conciencias tiene una posibilidad en lo social al encauzar su inmediación y mediación. El impulso al otro, sostengo, es a priori, pues lo contrario es un contrasentido sociológico. En el fondo, se trata del objeto que interesa al auténtico sociólogo, el que descubre o sobre el que hace posible su creación. La inmediación tiene más que ver con la síntesis orgánica y la establecida socialmente, pero lo importante es que su primer efecto no es en la conciencia; es, justamente, un momento anterior, velado entonces. La mediación es todo el abanico de relaciones entre objetos y sujetos sociales.

    Las ideologías son fetiches de indeterminación por su vertiente ideal, pero olvidadizas del sustento de su correlato. Las ideas no andan sueltas por el mundo platónico. La exterioridad de Peirce, los objetos sociales de Simmel o el mundo 3 de Popper, son una y la misma cosa; no son sino los significados con los que tratamos. De ideas, nada; objetos, cosa en sí para afuera. Es el modelo que toma la ideología en su indeterminación. Aquí, la ideología no puede ser sólo una casilla en la que nombrar sea un acto distinto del de su aplicación. En su reproducción confundimos sus momentos, nos referimos a algo suponiendo un control sobre ese estado en el que se indetermina.

    En las condiciones de la acción social ocupan claramente un lugar relevante la toma de decisiones, aunque se trata igualmente de objetos. La racionalidad se ha adherido a la noción de cálculo económico, pero creo haberme posicionado en un lugar menos formal y más creativo. Las condiciones determinan, sin duda, pero no son su agotamiento. Esta es la incomprensión y mala interpretación del momento trascendental y el real que se despliegan en un proyecto que toma sitio para elevarse de nuevo. El término de elevación, hablando sobre lo trascendental, debe ser visto con cuidado y no hacerlo demasiado figurado ni literal. Lo trascendental no viene de arriba o nos eleva, no es así como es superior. Es una noción más cercana a su ordenación temporal. Las ideas son indeterminaciones sobre algo en esa posibilidad, el algo final es posterior en este sentido, en el que depende del anterior. Si Durkheim decía que el precepto moral nos mira desde arriba, es visto así, no es un superior por su calidad, sino que lo tomamos como modelo y condición. Esta aclaración sobre esta ordenación temporal, no obstante, se puede problematizar desde las síntesis mismas. El tiempo ya no es un objeto definido ni en física ni en sociología. Nociones como el desanclaje, la simultaneidad, la no-localidad o la anticipación, nos urgen a abrir la conciencia para hacerla así nuevamente posible. Ni el tiempo ni nada de nada son condiciones en sí mismas.

    La irracionalidad es una modificación de la racionalidad. Miro más lo racional como lo no-irracional, pues se trata del objeto de determinación, su cosa en sí. El sentido de irracional es lo velado a la conciencia, lo que no interviene en ese nivel. Hay estudios que defienden cierta racionalidad innata, como que calculamos por una intuición optimizada por selección natural y esas cosas que hablan de un mundo mejor, por supuesto, el de quienes defienden esas teorías. Sostengo, por el contrario, una modificación de ello. La racionalidad o la razón no son una exclusiva a priori, son un proyecto establecido y no finalizado. Hay que corregirlo a la luz de la conciencia de su urgencia y no de primacías teleológicas. Una génesis de este significado nos lleva a que el fin no es sino el límite, y el límite extendido es la muerte, la expresión última de ese organismo, no el histórico, sino el volitivo. ¿Qué razón?. No hay más orden que el supuesto, el que la intencionalidad hace posible. Aquí se puede ver con claridad mi alejamiento de filosofías delirantes, marcos deductivos y ontologías totalitarias. De nuevo, Hegel y cientificistas de la mano.

    La ética es la aplicación del valor a una ontología posible. Así, ésto es bueno o malo en ese mundo de estados posibles de cosas. Yo nunca he hablado de eso, sino de este bueno y este malo, y sólo utilizo esos términos con un margen tan amplio que su uso fuera de un pragmatismo no significa nada (esto no tiene nada que ver con el relativismo moral; el pragmatismo, de ser algo, no es ingenuo). Utilizo la ética como el estado de posibilidad de una conciencia en relación a esa misma conciencia, conciencia de ella. Al ser unas condiciones dadas a sí hacen un efecto espejo que requiere algún lugar, algún otro, para tomar como posible objeto de determinación de su ejercicio. Esas condiciones no subjetivas abstraídas de ellas mismas son su imposición inmediata al ser tomadas en su conciencia.

    La filosofía de Marx era extraordinariamente fenomenológica en el sentido de su lectura de la fenomenología de Hegel. Su ética es la de su conciencia, la dependencia del hombre de la tierra –condición espacial y laboral- y la conciencia determinada por ella; añade la historia y el efecto social con su artificialidad en la desapropiación del sistema productivo, en el sentido de propiedad del mismo –nostalgia de posesión- y de propiedad de su elección –enajenación-. Eso condiciona la ética de Marx y tiene su significado a la luz del despliegue de esas intencionalidades.

    La ética de Weber añade menos determinismo causal y lineal y más establecimiento de una conciencia como complejidad, como una gran indeterminación social que en sus condiciones de conocimiento se supera. Las condiciones de Weber son igualmente fenomenológicas porque son objetos hechos posibles, pero su causalidad está determinada por más factores. La cuestión crucial, lo que las diferencia, es el peso que dan a los objetos. En clave fenomenológica, Marx no es determinista, pero su historia tiene rasgos de ley; pero el enfoque de Weber es kantiano y no hegeliano. Weber habla con distancia de cualquier ley especulativa, histórica, social o económica. La historia, en este asunto, debe ser distinguida del conocimiento histórico. El conocimiento histórico de Weber permite su comprensión sin hurgar en teleologías y ejercicios visionarios.

    No acepto la causalidad sino que la comprendo, el actuar sin pensar es sólo la inversión de su posibilidad. No pretendo dogmatismos ni fatalismos de perro apaleado. La conciencia puede concebir la infinitud y la libertad más allá de sus originales condiciones, pero ese mismo ejercicio olvida ese momento en la indeterminación de otro distinto de él que, en su conciencia, o reproduce o especula. Hacemos y pensamos sobre las cosas con las que tratamos, pero nos apresuramos sobre ellas. Nuestra noción de las mismas, la suposición de su conciencia y conocimiento, no es un estado final; nunca, salvo en su muerte. Sobre esto propuse un borgesiano viaje en el tiempo y su agotamiento para poder demostrar que estaba confundido.

    El espacio en la acción social no es libertad espacial, es posible elección dentro de los cauces donde se da, por donde cursa ese espacio. Toda acción social se remite al significado posible y no a una espumosa subjetividad. En una ciudad con más empleo la cercanía a ella es un requisito formal para lograr que un trabajo sea posible, para que lo podamos concebir como un significado viable. No pensamos en ello porque forma parte de esa ontología de confianza en el mantenimiento de esa acción social. Por otra parte, no pretendo decir que la ubicación espacial sea una totalidad por la relación laboral, pero sí es más que significativo. El alejamiento rural tiene como principal motivo la disponibilidad laboral. En un ambiente rural es menos posible el significado laboral concreto y efectivo. La cercanía de un río no es lo mismo que la disponibilidad de comercios para el abastecimiento, pero sólo difieren en grado. Su totalidad es la acción social y lo fragmentario lo retocamos optimistamente como causalidad.

    No pienso que seamos medio tontos. Somos capaces de decir y hacer que no lo somos, pero no somos sino lo que creemos de ello, no lo que sabemos, pensamos o cualquier otra recreación. Esta vertiente es, ciertamente, muy irracional, por ello es una urgencia ponerle conciencia a ese límite. Los cientificistas y otros han hecho una lectura de la irracionalidad que es totalmente equivocada; es, justamente, al revés. Así, ningún cientificista ha sabido interpretar la profunda filosofía de Schopenhauer ni saca nada de Freud. ¿Irracionalidad?. ¡Por la ventana!
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 18/10/2008 a las 06:44

  8. #8
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Cita Iniciado por ElMundo Ver mensaje
    es posible ver como la gente no religiosa termina abrazando un credo - supuestamente propio- y siendo fiel a él, como una búsqueda de coherencia, de identidad, finalmente de trascendencia.
    Bueno, concedo que es mejor abrazar un credo, que a un cerdo.

  9. #9
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Cita Iniciado por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO Ver mensaje
    El sentido del tema no es lo religioso como una religión definida, tal cual, sino el fenómeno religioso como problema sociológico. El enfoque que sigo es enormemente durkheimiano, y era mi intención al abrir el tema, exponer el sentido de la obsesión de Durkheim. Se estudia el tema incorrectamente al poner la mirada en la religión y no en el significado que subyace tras ella. Estoy harto de citar las casillas, pero el problema persiste más que lo que logro con mis aclaraciones. Las casillas son el supuesto formal que se asume sintéticamente y se despliega a partir del momento de esa síntesis. El problema de esa cosa en sí, el contenido que suponemos pero no reconocemos, y que nos ciegue con el exceso de luz de su oscuridad; es a lo que nos inclina, a nuestra pereza o falta de conciencia.

    La relación es del tipo religioso-cultural-social. Unas veces hay un orden, pero no hay una lógica estricta; no es conforme a una ley, sino conforme a su naturaleza. La adhesión obsesiva al esquema del orden causal es la recreación de ese mismo orden en su imposición oculta y velada a su conciencia; ignorada pero supuesta. Esa verdad la he lanzado por la ventana. No niego la causalidad, sino que no me entrego a ella; la comprendo. El enfoque filosófico de la ciencia es el que mira para descubrir y no se contenta con la imagen reflejada en el espejo, es la diferencia crucial entre ciencia y cientificismo. Recordemos que los órganos son medio tontos, más volitivos que conscientes. El cerebro no comprende su síntesis, como no la comprende el ojo. Lo único que comprende es el significado posible, que es del que dependemos. Esta función no es lineal, sino problemática como cosa en sí para afuera. De causalidad, nada; ¡por la ventana!; cabalmente, problematización causal, conciencia en su ejercicio, es decir, comprensión.

    Hace más de un año me permití aclarar esta cuestión a Santiago en un tema del Sr. Zigrino con una de sus típicas confusiones. La ley causal no es el problema sino nuestra dependencia o adhesión a ella. El enfoque de la urgencia es la deslegitimación epistemológica por el engaño al que conduce. Infinitesimalmente, nouménicamente, en su ridícula verdad, es el nihilismo de la estupidez humana.

    El credo del que nos habla Elmundo es ese a priori que desplegamos en un cauce que no podemos sino recrear como significados ahí, es decir, objetos desensimismados y profanados. Estamos atontados de tantos enfoques finalistas y causales, pues no son sino miopía y espejismo; no son sino el retraso del ejercicio de nombrar y querer desligar así una identidad no deshecha, sino sólo nombrada.

    No sé de influencias en Durkheim de Nietzsche, pero la profanación de los símbolos debe mirar primero por qué se profana, en qué consiste la profanación. Según Durkheim, que no era amigo de los dualismos o visiones dialécticas y dicotomizadas, eran el concepto que debíamos comprender para que fuese una herramienta útil. Lo sagrado no era en sí, sino en tanto que lo profano estuviese alejado de ello. Durkheim manejó informes antropológicos que Nietzsche desconocía y eso lo hace, quizá, algo menos filósofo. Al hacer crítica de esos hombres por medio de su actualización más que de su actualidad llegaremos más lejos. Ese es el afinamiento que propone mi pragmatismo, hacer las cosas posibles en el ejercicio de su conciencia. No es cuestión de si ésto es o no ciencia; ¡a mí qué me importa eso!; ésto es concebir filosóficamente una cuestión sociológica; que sea o no ciencia no es su caso; de ahí la incomprensión de que es otro caso.

    Los símbolos no son un fenómeno del pasado, ni la religión una costumbre que nuestro escepticismo haya erradicado. El cristianismo ya no cumple la misma función que antes, por ejemplo, pero su estilo de trascendencia está tanto en las leyes como en el sistema económico.

    Es verdaderamente desagradable tener que soportar cómo en lugar de estudiar a los clásicos no hacemos sino malinterpretarlos. La ética capitalista que Weber propuso no era esencialmente muy distinta de la de Marx, eran sólo distintas en las formas de trascendencia en las que se fijaron. Uno hizo su tumultuosa metafísica histórico-material y el otro su trascendencia económico-ético-social; y Durkheim miró lo mismo desde otro ángulo. El problema está en la trascendencia de los objetos y nuestro trato con ellos, pero pensamos que es algo distinto de nosotros mismos, nosotros somos la recreación de nuestro retraso.

    Si queremos aprender de hombres nuevos, casos raros, nuevas condiciones, el sociólogo tiene hoy al alcance desde nuevas interpretaciones antropológicas a enfermedades típicas como el estrés o la depresión. ¿Qué pensamos, que son objetos independientes de su trascendencia?. Por ese camino no se llegará a comprender nada, sino sólo a malinterpretarlo.

    La acción social de ir en coche o en avión no es muy distinta del cántico del paseo cuando se va a buscar agua al río, como no es muy distinto residir en una ciudad donde hay más oportunidades laborales de rezar por un dios del alimento.

    El hombre actual está infestado de una ideología que no difiere esencialmente de cualquier otra religión. Si es ideología o religión, o cualquier otra casilla, no importa sino en relación a nuestro objeto de reflexión.
    Me ha encantado todo lo que has dicho no sólo en este post sino también en el primero. Sólo un pero... Diferenciaría la religión de lo religioso, no tienen nada que ver. Yo puedo ser muy religioso y no creer en ninguna religión...

    Un abrazo

  10. #10
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    Predeterminado Re: La sociedad y su religión

    Cita Iniciado por Orfelunio Ver mensaje
    Yo puedo ser muy religioso y no creer en ninguna religión...
    Yo diría, más bien, espiritualista, o supramaterialista, en vez de religioso.

    Ver mi tema :

    [URL]http://foros.monografias.com/showthread.php/32848-Ateísmo-y-espiritualidad-no-son-incompatibles?highlight=espiritualidad[/URL]

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