Una página en blanco y un lapicero eran suficiente estímulo para que mi mano tomase al segundo, haciendo que miles de flores negras se dibujaran sobre la nívea superficie del primero.
Hoy mi mano toma el lapicero pero esta no encuentra la manera de poder escribir algo, por nimio que esto sea.
Me quedo sin saber que hacer, sin nada que contar, no escucho más a mi corazón quien ha callado su voz.
Y el silencio es tan profundo que ni siquiera puedo escuchar el sonido de mi suspirar...
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