La importancia del carácter científico de la sociología, que yo sólo llamaría ciencia social y no sociología como actividad, es un problema epistemológico. Es un sentido propuesto que distingo del de su urgencia, que he reclamado como su positividad moral y auténtica eticidad. De este asunto se pueden sacar dos vías de problemáticas: ingeniería y trabajo social y conciencia como requisito para el aumento del conocimiento y adecuación a su discurso. Defiendo claramente la cosa en sí para afuera –la sociología-, en contraste con la cosa en sí para adentro –la falta de conciencia de sí o su ausencia-.
Algunos confesamos con honor y orgullo nuestras influencias sin pretendernos en una propiedad que es una falsificación y, por el contrario, tenemos algo más que decir que un pasivo e irracional manoseo de libros que se demuestra sólo entender en sus casillas, y nunca, repito, nunca, habiendo ofrecido una crítica nueva ni original.
No puedo sino exhibir, en mis citas y mis textos, mi discurso y mi responsabilidad o irresponsabilidad con todos mis maestros. Seguramente, muchos sociólogos estarán en claro desacuerdo conmigo. Por otro lado, he traído textos de sociólogos como Beck, Giddens, Garfinkel, Nisbet, Elías y otros que defendían ideas sorprendentemente parecidas a las mías. Ya no propongo consultar con amigos sociólogos, cosa que sí hice hace año y medio, sino consultar la actualidad sociológica y contemplar cuánta urgencia hay en la sociología sobre su problema de si es o no científica. Eso no es ciencia; es sólo la propensión a su admiración y recreación, el calamitoso cientificismo.
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