Escribiendo para mediados del primer siglo, aproximadamente para el año 55 E.C., dijo a esta congregación de compañeros de creencia: “Tengo que jactarme. No es provechoso; mas pasaré a visiones y revelaciones sobrenaturales del Señor. Conozco a un hombre en unión con Cristo que, hace catorce años —si en el cuerpo no lo sé, o fuera del cuerpo no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado como tal hasta el tercer cielo. Sí, conozco a tal hombre —si en el cuerpo o aparte del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe— que fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inexpresables que no le es lícito al hombre hablar. De tal hombre me jactaré, mas no me jactaré de mí mismo.”—2 Corintios 12:1-5.
El apóstol Pablo no estaba hablando aquí acerca de otro hombre, sino acerca de sí mismo. Sin embargo, habla de sí mismo, cuando tuvo la experiencia singular ya descrita, como de un hombre que fue especialmente favorecido por Dios; y del hombre que era cuando estuvo en aquella altamente favorecida posición correctamente puede jactarse.
Pero de sí mismo como hombre ordinario sin aquellos raros privilegios procedentes de Dios no puede correctamente jactarse. Su experiencia tuvo apariencia tan real que fue como si él estuviera allí mismo en su cuerpo físico, pero lo razonable es que su cuerpo físico se haya quedado en la Tierra y que lo que él experimentó haya sido un trance y que lo que oyó lo haya oído cuando estuvo en ese trance.
Si esta experiencia tuvo lugar catorce años antes que escribiera su segunda carta a la congregación corintia, entonces aconteció para el año 41 E.C., lo cual fue antes de su primer viaje misional con Bernabé, que se efectuó para el 47/48 E.C. El apóstol Pablo no especifica si lo que oyó estaba en hebreo o griego, lenguajes que él conocía, o en algún lenguaje extraño que no pudiera ser traducido a lenguajes humanos conocidos.
Al ser arrebatado al tercer cielo, Pablo no fue llevado hacia arriba y transportado a través de la corriente del tiempo al tercero de una serie de cielos que se siguieran en sucesión. Fue tomado hacia arriba y llevado verticalmente, y, puesto que el número tres o tercero se usa en la Biblia como marca de intensidad o énfasis, el “tercer cielo” indicaría la altura de su elevación, la ensalzada cualidad de ella. Esto no lo familiarizó con las cosas que hay en los cielos de personas que son espíritus en el sentido en que Jesucristo, que bajó del cielo y volvió a los cielos de los espíritus, está familiarizado con las cosas celestiales invisibles.
Figurativamente, ya en la Tierra Pablo estaba sentado con compañeros cristianos “en los lugares celestiales en unión con Cristo Jesús.” (Efesios 2:6) Por eso el que él fuera arrebatado al “tercer cielo” indicaría un elevar espiritualmente ensalzado de Pablo por encima de la posición espiritual de sus compañeros cristianos. Indudablemente esto le dio una perspicacia que no había tenido antes, y esto se manifestaría por la manera en que hablaría y escribiría.
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