Mientras que los contenidos de la educación tienden a ser universales, esto es, de igual validez para cualquier ser humano, siguiendo los lineamientos de la ciencia experimental, el adoctrinamiento tiene validez sectorial por cuanto se trata de la acción de inculcar ideas o creencias de dudosa validez, al menos para quienes no pertenecen al mencionado sector.
Las doctrinas pueden tener su origen en la religión, en la filosofía o, incluso, en la ciencia. Este origen, aún cuando pueda tener aspectos verdaderos, al ser convertidos en una doctrina, puede llevar a la transmisión de información poco confiable y muchas veces negativa para el destinatario.
El adoctrinamiento ocasiona el gobierno mental del hombre sobre el hombre, algo que puede observarse principalmente en los casos de origen religioso y también político. Los graves conflictos entre grupos religiosos, incluso dentro de una misma religión, son la consecuencia necesaria que sigue a un adoctrinamiento previo.
Las grandes catástrofes sociales, como han sido el nazismo y el stalinismo, se produjeron luego de establecerse un masivo adoctrinamiento, que no es otra cosa que la búsqueda de la masificación del hombre por parte de una minoría que trata de ejercer el poder sobre sus mentes y sobre sus decisiones.
Los demagogos generalmente apuntan hacia el adoctrinamiento de los jóvenes, de quienes esperan fidelidad y lealtad incondicional. El adoctrinado supone conocer grandes verdades, aun cuando se trate de un adolescente. Alguien dijo del adoctrinado que “tiene una gran idea, porque ocupa todo un cerebro”. Konrad Lorenz escribió: “Los demagogos de todos los tiempos sabían y saben que los ideales a los que el hombre presta más fidelidad son aquellos que hicieron suyos en su juventud. Supieron y saben componer y aplicar las citadas situaciones estimulantes clave” (De “Decadencia de lo humano” – Plaza & Janes Editores SA).
Una de las consecuencias del adoctrinamiento es la división y el antagonismo que promueve en forma inmediata respecto de otros sectores de la sociedad, o de la humanidad. Así, para el nazi todos los problemas se solucionarían combatiendo al único culpable de todos los males: el judío. Para el marxista todos los problemas se solucionarían combatiendo al único culpable de todos los males: el capitalista. Konrad Lorenz escribe: “En aquellos intentos misioneros por la parte soviética, hubo un detalle que me había pasado inadvertido en los intentos de conversión del revivalista. Y es el hecho de que las personas de mejor índole, las más bondadosas y decentes, quedan especialmente desvalidas ante las sugerencias tendenciosas de los demagogos adoctrinadores. Una virtud auténtica, a saber, su lealtad, les impide desembarazarse de la doctrina, aunque entrevean la futilidad de sus dogmas. Cuando percibe uno lo trágico de esa lealtad, comprende cuánto importa preservar a la juventud contra la vara alta del adoctrinamiento, sea cual fuere su tipo”.
En estos casos podemos descubrir algunos aspectos falsos en las ideologías subyacentes. Para el nazi existe una especie de determinismo racial que permite la existencia de razas aptas y no aptas para el desarrollo de la civilización, algo que carece de todo fundamento desde un punto de vista biológico y genético. Para el marxismo, la producción masiva no iría a parar a los consumidores sino a unos pocos ricos. En palabras de Karl Popper: “No se puede producir algo de forma masiva, que según su doctrina esté predestinado para los cada vez menos numerosos ricos capitalistas. Por consiguiente, es un hecho: el capitalismo de Marx es un constructo mental imposible, una quimera” (De “La responsabilidad de vivir” Ediciones Altaya SA)
De todas formas, aún cuando no podamos encontrar errores en las distintas ideologías asociadas a las diversas doctrinas, debemos valorarlas por los efectos que producen. Y estos efectos van desde los grandes conflictos sociales hasta la pérdida total de libertad de pensamiento del que ha sido influenciado por algún adoctrinador.
Esto es esencial en la valoración de todo escrito de tipo sociológico. Si queremos asociarle cierta validez, no sólo debemos atribuirle un valor informativo y expositivo, sino también un valor ético contemplando los posibles efectos que habrá de tener. Por lo general, las ideas fundamentadas en la mentira, o en las verdades parciales, sólo conducen a la violencia y al sufrimiento humano.
Marcadores