Teniendo en cuenta la interesante aclaración que Serg nos ha ofrecido en el foro de psicología paso algunas cuestiones por él suscitadas a este foro, pues el centro del asunto ahora ya no competen al tema tratado allí originalmente.
Para centrar la cuestión original de mi pregunta a Serg debemos mirar el fondo del asunto. ¿Cómo un autor tan schopenhaueriano como Freud pudo ser tan hegelianamente interpretado?.
La primera cuestión es si Freud es, como digo, schopenhauriano. Defiendo que el problema de Freud reside en el proceder ciego de la voluntad en un estado de naturalidad que crea un problema en el momento que le es negada. La voluntad no cede en su empeño por ser negada, siempre se da aunque no siempre pueda emerger como mostrada. La teoría del principio de realidad de Freud viene a ser una variación de Schopenhuaer de que lo único realmente positivo es el dolor.
“Las amplias coincidencias del psicoanálisis con la filosofía de Schopenhauer, el cual no sólo reconoció la primacía de la afectividad y la extraordinaria significación de la sexualidad, sino también el mecanismo de la represión, no pueden artribuirse sino en época muy avanzada de mi vida” (Freud, OC, vol. VII.; citado en la introducción a “El mundo como voluntad y representación” de Arthur Schopenhauer)
La dependencia de Freud de Schopenhauer sería del tipo qué y no quién, o, como decía la cita que traje de Popper, dependencia lógica y no causal. De manera que lo importante de lo que veo en común es el fondo irracionalista de su reflexión. Desgraciadamente, el uso de “irracionalismo” se ha corrompido por autores súbditos de la razón de sus símbolos, habiendo aireado la estrechez de su reflexión en un tipo de trueque ligero y filosóficamente inmaduro.
La voluntad, en Schopenhauer, es determinante en segundo y tercer grado; la condición del mundo le viene y surge inmediatamente -segundo grado- y su relación como mediación –tercer grado o terceridad-. Me permito asumir la relación de segundidad de la voluntad por estar en un orden anterior al de terceridad, pero ahora no es importante si es cosa en sí o cosa para, ya que se crearían más distinciones y nos obligarían a estudiar las “degeneraciones” de la segundidad.
Creo que parte del problema de Freud y la epistemologia clara y abierta viene a ser el comentario que hice sobre Freud y Fodor. Es decir, si nuestro esquema de conocimiento se está agotando, entonces su urgencia será investigar lo que no sabe, y no dar vueltas sobre lo que ya sabe, que no hace sino sedimentar ese conocimiento. Esta idea es el enfoque de Popper invertido en su intecionalidad como dirección de los problemas. Los problemas son los de verdad, no los verdaderos.
Se ha hecho mención a la arbitrariedad del uso del signo. En un importante sentido defiendo el carácter esencialmente sintético y emergente de los usos, pero ello no contradice su lugar estructural, su “operar entre”. Las relaciones diádicas inicialmente propuestas asumen la referencia inicial –el signo o su objeto- como perteneciente al imaginario –representativo- y lo incorporan “arbitrariamente” al uso que pretenden expresar. En efecto, hay un componente emergente, más como posibilidad que como decisión; no nadamos sobre el vacío, y nuestras creaciones son sólo levemente propias -según Libet y Spinoza, retrospectivamente-. Nuestra inclinación a crear el significado tiene el componente feed-back de su historia y el feed-forward de su anticipación. En mi opinión, la anticipación es una muestra de la intención que no se hecho consciente, y de ahí que aún no sea el objeto el problema. La semiótica a la que me he referido supone que el orden representable es el objeto de estudio, no la totalidad de la realidad, y por eso no nos podíamos considerar poseedores de la totalidad del sentido. Su arbitrariedad es una modificación contenida en su propia lógica.
El error que atribuyo a la reflexión de Hegel es dar por supuesta la dirección y la intencionalidad. El orden al que pertenece no tiene por qué ser un orden racional, bien puede ser una manera de embelesar nuestra visión. Puede ser que la historia nos impulse a recrearnos en ella misma, pero si realmente hay creación, emergencia o síntesis es entonces no sólo una recreación analítica y reproductora sino un salto sobre lo anterior de una forma nueva. Esta forma la terceridad iría dirigida a un tipo de creación no sólo intencionalmente vinculado con su conciencia, sino con una forma de improbabilidad que no se contenga a sí, sino a algún otro. No nace sobre el vacío, pero el tránsito cuestiona sus propios pasos modificándolos. Como decía Wilde, hay que ser siempre un poco improbable,
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