Tus celos.
Si hay algo que detesto son esos gusanos
que empiezan con c y terminan en desvaríos
porque no tienen sentido cuando me apuntan con el dedo
porque sabes que no son mis gusanos iguales,
porque en realidad yo maté los gusanos de mi huerto.
¿De dónde sacarás esos miedos?, ¿cómo saberlo?,
¿de dónde se alimentan los buitres de tus celos?
jamás sabré de dónde sacan el sustento
para seguir volando entre tanta tormenta;
quizás el problema sea algo incomprensible para mi mente
o quizás sea que tenés más razones que yo como alimento.
¡Ah! ¡Pero cómo los detesto!
Pero cómo detesto los peros que me impones,
esos peros que me hacen zancadillas,
esos peros que me aferran las rodillas con un lazo
y luego se arrastran por tu frente y mis ojos,
los detesto porque son unos bastardos,
los peros bastardos de las hurtadillas.
Si no digo nada es porque nada oculto,
si quieres te dejo mirar en el saco de mis secretos,
¡Tan vacío el pobre ha quedado tras tu presencia!
que hasta me da lástima verlo,
pero ¡anda! que te lo muestro ahora si quieres
para ver si así dejas morir los gusanos
y que se acabe el problema de las frutas podridas
porque ya hasta apestan los campos floridos.
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