Me aposté los besos que no dí a que nunca me quisiste.
Si, estabas en mis días, presente como el pan, pero sin darme sustento.
Gané la apuesta.
Me jugué las sonrisas de cien días a que nunca me entendiste.
Sí, me oías como quien oye el rumor del viento, pero no me escuchabas.
Gané el juego y desde entonces sonrío cada día como si fueran doscientos.
Me cansé de ganarte porque, al fin y al cabo, siempre terminaba perdiendo.
Así que, saqué una moneda y te dí a elegir: "Cara o Ruth".
Elegiste cara, y por supuesto, salió Ruth.
Recogí mis cosas y me fuí con mi fortuna.
Besos;
Ruth
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