Se ha dicho que: “Si has de enseñar matemáticas a Juan, debes conocer tanto de matemáticas como de Juan”. En forma similar podemos decir que, si uno se ha de dedicar a la Filosofía de la Ciencia, debe saber tanto de filosofía como de ciencia.
Mario Bunge es un filósofo de la ciencia que tuvo una formación básica en física, siendo un autodidacta en filosofía, aunque el autodidacta, en realidad, tiene en los libros al intermediario que lo pone en contacto con los grandes maestros. Cuando se le consulta acerca del camino que alguien debe transitar si desea dedicarse a la filosofía de la ciencia, da algunas sugerencias como las que mencionamos a continuación:
“Estudie a fondo una ciencia o tecnología: Escoja una ciencia o tecnología que haya alcanzado madurez teórica o esté en vías de alcanzarla. Esto la pondrá en contacto con problemas filosóficos interesantes y difíciles, y la obligará a estudiar matemáticas, el lenguaje de toda ciencia madura. Pero, a menos que crea sentir una vocación irresistible por la física o la química, no escoja ninguna de éstas, porque hoy día necesita una decena de años de arduos estudios universitarios para llegar a la frontera de la física o la química. Escoja más bien una ciencia en desarrollo, de frontera más cercana, tal como la biología molecular, la biología matemática, la bioingeniería, la psicobiología, la sociología matemática, la investigación operativa, o la administración científica de empresas. Si lo hace podrá Vd. llegar con relativa rapidez a la frontera y podrá abordar problemas científicos y epistemológicos tan apasionantes como descuidados”.
“Estudie filosofía por su cuenta al mismo tiempo que estudia ciencia o tecnología, y ello aun a riesgo de que sus estudios científicos marchen con alguna lentitud. Para esto tendrá que programar cuidadosamente su estudio independiente de la filosofía. (Si se dedica por entero a la ciencia, dejando la filosofía para más adelante, podrá perder su interés actual por la segunda. Y si se dedica desde el comienzo exclusivamente a la filosofía, acaso llegue demasiado tarde a la ciencia. Al que logra lo más difícil poco le cuesta lo menos)”.
“Busque y ejerza la crítica pero no se deje aplastar por ella ni la ejerza por mero placer. Ejérzala con moderación y con ánimo de contribuir al avance de los conocimientos más que para sobresalir o para vengarse. Recuerde que la crítica destruye el error pero también puede matar la verdad. Recuerde que la mayoría de las personas ven con desconfianza las ideas nuevas. Y recuerde que, sea o no justificada, la crítica no sustituye la creación”.
“Si Vd., posible futura colega, logra recorrer el largo camino que le recomiendo, se convertirá gradualmente en una auténtica epistemóloga. Pero si no busca la autenticidad, sino tan sólo hacerse pasar por epistemóloga para ganarse la vida, ya sabe lo que no tiene que hacer”. “Escoja el camino largo, no sólo porque es el único que lleva a donde Vd. quiere llegar, y no sólo porque es el único honesto, sino también porque es el único interesante” (De “Epistemología” – Ed. Ariel SA).
Existe un camino más largo aún que el propuesto por Bunge, y es el de intentar establecer una postura propia en el terreno de la filosofía. En realidad, uno trata siempre de encontrar un libro en donde pueda encontrar una visión de la realidad que responda a sus requerimientos, o a sus necesidades intelectuales. De tanto buscar y buscar, sin encontrar lo que busca, termina escribiendo ese libro.
Las ideas básicas surgen trabajosamente cuando son originales, y siempre persiste la duda acerca de su veracidad. Así, el concepto de “actitud característica” surge en momentos en que su autor estudiaba Teoría de Circuitos Electrónicos. Uno de los problemas que ahí se presentaba era que un circuito, realizado con elementos lineales, mostraba una distinta respuesta característica según fuera el tipo de señal (o tensión eléctrica) aplicada. Luego, utilizando análisis de Fourier y variable compleja, se logra establecer una Función Característica única para cada circuito, válida para cualquier tipo de excitación eléctrica.
Una idea tan interesante hace que a uno le venga a la mente la posibilidad de que los propios seres humanos tengamos una “respuesta característica” similar, es decir, única en cada persona. La hipótesis se plantea y uno se acostumbra a pensar en ella y a verificarla introspectivamente, y luego con las personas que conoce. Una vez que acepta la validez de la idea, comienza a verificar otras que surgieron en forma similar.
Mientras se conoce la ciencia a través de su historia, uno se va habituando al método de prueba y error, que aparece en muchos relatos. Cuando, además, se familiariza con los sistemas realimentados, utilizados en la Teoría del Control Automático, no descarta la posibilidad de describir al propio método de la ciencia experimental como un sistema de ese tipo. Nuevamente pone a prueba la hipótesis hasta que logra otro fundamento más de la visión general que se está estableciendo. Pronto, por analogía, sospecha que el proceso de la lógica analógica, en base a imágenes, puede responder al mismo esquema, hasta que comprueba esa posibilidad y propone las operaciones mentales asociadas a ese proceso.
Una descripción básica del comportamiento humano, que utiliza conceptos cibernéticos (siendo la cibernética la ciencia del control y la comunicación en organismos, animales y máquinas) sólo es accesible a los egresados de unas pocas ingenierías, al menos desde el punto de vista de la familiarización necesaria con conceptos a utilizar en nuevas aplicaciones.
De a poco se va construyendo una nueva visión del hombre, de la sociedad, de la ciencia, etc. Es importante la búsqueda de coincidencias con otros autores de manera de sentirse respaldado, logrando mayor confianza en lo que hace. Así, luego de cierto tiempo de haber definido al amor y al odio en función de la actitud característica antes mencionada, uno se entera que Baruch de Spinoza dio unos siglos antes una definición esencialmente similar. Es de gran ayuda saber que lo que uno vio, también fue visto por personas lejanas en el tiempo y en el espacio. Es posible que se vaya por el camino correcto.
Una vez que se ha desarrollado un sistema descriptivo más o menos completo, se dispone de una referencia concreta para seguir incorporando nuevas situaciones que se presentan, incluso tiene la posibilidad de poder evaluar otras posturas por simple comparación. El camino es lento, pero seguro. En lugar de subirse a la visión de posturas filosóficas establecidas, uno prefiere seguir paso a paso elaborando ideas propias que, como ladrillos de un edificio, se van acomodando día a día. Si los principios adoptados son accesibles a la verificación, se podrá decir que la descripción hecha será una teoría sociológica, de la cual se podrá decir luego que es válida, o no.
El camino relatado, que va desde los estudios de ingeniería hasta el establecimiento de una descripción propia, es el “camino muy largo” hacia la filosofía, o hacia la sociología. En realidad, el camino de la innovación, para quien lo realiza, resulta más sencillo que aprender varios sistemas alternativos para discernir entre las partes verdaderas y falsas de cada uno de ellos.
La innovación a veces va seguida de la descalificación por parte de quienes suponen que conocer los temas de la filosofía implica que deben aprenderse solamente de los filósofos destacados. Se rechaza la posibilidad de conocerlos a través de una propia y original visión de la realidad. Aún cuando uno esté lejos de recibir cierto reconocimiento por haber intentado una empresa intelectual que requiere de mucho trabajo, le queda la enorme satisfacción de haber podido encontrar una nueva visión del “paisaje” que es la realidad. Es una sensación similar al del primer escalador que sube a una montaña desconocida.
La descalificación que a veces uno debe soportar, sin que se le diga concretamente cuál de los aspectos básicos propuestos es falso, puede a uno desanimarlo, por cuanto nadie tiene la certeza absoluta de haber logrado el propósito buscado. También la descalificación hace que de uno surja con mayor ímpetu la reacción necesaria para apuntalar aquello que se ha intentado destruir. Lo que no mata, fortalece.
Ante la severa crisis actual, asociada principalmente a la aceptación del relativismo moral, y debida también al tácito apoyo de muchos, e indiferencia de otros, respecto de las ideologías filosóficas que lo promueven, al menos a uno le queda la satisfacción de haber hecho un esfuerzo por poner al descubierto a tales ideologías.
Nunca termina uno de sorprenderse cómo son aceptadas las filosofías que favorecen al odio y la maldad, con los efectos históricamente comprobados y conocidos, junto a la descalificación que debe padecer quien trata de fundamentar la ética cristiana, que promueve la cooperación entre los seres humanos.
Cierta vez sucedió que la gente se burlaba de un predicador, en la corrompida Babilonia, por cuando nadie le hacía caso. Ante esta situación, se limitó a decirles: “Sólo trato de repetir mis prédicas en voz alta para no caer yo mismo en el pecado”.
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