“Las grandes excepciones a este consenso neo-kantano son, una vez más, Dewey, Wittgenstein y Heidegger. En relación con el tema de esta sección -la idea de “fundamentos” del conocimiento en cuanto basada en una analogía con la compulsión a creer cuando se mira un objeto- resulta especialmente importante Heidegger. Este ha tratado de demostrar cómo la idea de “objetividad” procede, como él dice, de la “identificación -platónica- de la realidad de una cosa con su presencia ante nosotros.” (Richard Rorty, de La filosofía y el espejo de la naturaleza: El reflejo, El conocimiento en cuanto necesitado de fundamento Pg. 14
Filosóficamente, el más abominable nihilismo es el que no sabe lo que niega, el que afirmando termina por negar, siendo la ignorancia la que lo mueve. Con descaro, se critican ideas que no se conocen y, para colmo de desvergüenza, se fundamentan en las opiniones de otros.
En un derroche de hipocresía e ignorancia, hay mentes vacías que no saben entender los problemas filosóficos. Les resulta criticable que los demás sepan y tengan la capacidad de enjuiciar sin envolverse en el mismo juicio.
Se ha criticado, por supuesto de mano de otros, a los tres pensadores que comenta Rorty. Bunge los criticó –él es quien lo hace- por ser “poco original, trivial y absurdo”. Los que conocen a los autores de los que hablan, y piensan las cosas, son recompensados con la tranquilidad y satisfacción que da el vigor intelectual. Así, se pueden manejar los autores, las ideas, las obras y las relaciones, de muchas formas; es una fuente de riqueza.
Como ya se ha defendido antes, no es quién sino qué. Sólo el que ignora cómo se llega a las ideas se hace “el loco” ante ellas y cuenta torpezas, superficialidades y críticas propias del paria local. Por el contrario, algunos llegan con facilidad no sólo a entender las cosas, sino a verlas de muchas formas.
Es evidente el desprecio que, naturalmente, se siente por aquel que no sabe y se presenta como sabio en ese saber; ese desprecio se llama falta de respeto. Es decir, que al no tener la moneda de cambio el valor propuesto se devuelve ante el descubrimiento del engaño.
En la obra citada se plantea una génesis de ciertos problemas filosóficos bastante graves. Por supuesto, quienes son protagonistas de ese problema no lo quieren mirar de frente, buscan algún tipo de trampa, señuelo o forma de despiste. Esa cobardía es su credencial filosófica: falta de decencia intelectual.
De esta manera se entiende que se critique a ciertos pensadores hablando de fundamentos y conocimientos, y cuando se exigen tales, se responde con las mismas palabras criticadas. O sea, que uno es uno está fundamentado en que uno es uno. Y se critica a Nietzsche y se cita a Gódel. Esto, no obstante, se toma como un elogio. ¡Qué vergüenza!.
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