El tímido desdén,
de tu ciénaga amarronada.
Y la silueta de mis manos
tanteando torpemente el destino...
que no cesa.
Jugabas conmigo, me dijiste;
jugabas y reías, gritaste.
Fue tu maldición efímera,
cuando, a lo lejos,
los crepúsculos oscurecían mi alma.
El elixir gota a gota,
surcaba con animosidad siniestra;
tan siniestra...tan intacta.
Y la quietud me conmovía,
su dulzura intacta.
No lograba seducción alguna,
y estaba mi mesa fría...tan fría,
tan fría y olvidada.
Jugabas y reías, me dijiste,
mientras yo entre sueños
a tu cuerpo esperaba.
El tinte amarronado moría,
caía en agonías,
agonías, ¡ay!, tan etéreas
como mi mano.
Pasaba el invierno en mi copa,
mi copa de cristal sombrío.
Y se esconde, se escapa...
con su tinte amarronado moría.
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