Estimaremos entonces: que la tensión
creada sobre la base del supuesto
de que debe aparecer alguna cosa,
que tal vez jamás estuvo
o más, no habrá canciones que cantarle,
corrompe la tranquilidad de un grito mortal,
o la caída de un témpano de obtusos.
Teniendo en cuenta estas partículas,
o partícularidades, que para el caso es lo mismo,
cabría preguntarse en que momento se afina
la temible antiguedad de los olores,
las pasiones impensables del pudor,
el muro de razones fugadas del axioma,
que pueden parecer sazones de la axila
lo que haría desvariar la teoría
y dejaría en el aire la inminente demostración
de los fundamentales principios
de cualquier fonema que involucre
un minínimo de trasnochada lucidez.
Aprovecho ahora que de lucidez se habla
pués recuerdo que empezaba a tararearme
las rimas necesarias al encuentro
porque solo recorro los senderos que me llevan
a la puerta de tu nombre y no acepto que lo grito
a pesar que protesta el vecindario.
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