No podemos decir a Dios lo que tiene que hacer. El trabajo era bueno, hasta la entrada del maligno al mundo; se convirtió en sudor y dolor.
Dios le dió al sufrimiento un valor redentor, el poder ser salvados mediante ese dolor.
Desde la fe, comprendemos que podemos mover una montaña si lo pedimos con una fe grande y profunda; es decir, una unión grande y profunda con Jesús, al que no vemos con la campo de visión de nuestros ojos materiales.
Ahí queda la palabra de Jesús, ¿cuando vuelva, encontrará fe sobre la Tierra?
Todo queda unido por la oración; el Espíritu Santo guía nuestra oración, para pedir lo verdaderamente que necesitamos, haciendo recta nuestra petición si va algo torcida, y, Dios nos concede lo que necesitamos en nuestro vivir diario.
Todo lo que dijo Jesús se está cumpliendo, el Hombre cura a los enfermos, al igual que Él, Jerusalén fué destruída, etc...
Realmente, todo dolor, sufrimiento, penosidad, etc.. será vencido tras la última victoria de Jesús: la muerte; convertida, no en el fin último del Hombre, sino como paso a la vida definitiva.
Si Dios permite el mal, como paso a su victoria tras la muerte, ¿por qué nos va a quitar esa posibilidad de redención, solamente invocando su nombre?. ¿Es que acaso el discípulo es más que su maestro?.
Y, aún así, hay personas como la hermana Briege, que curan con el solo pedir su mediación. Que lo único que demuestra con "sus milagros" es que Dios existe. Dando valor a nuestra fe.
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