No podía dormir anoche
y me abracé a la almohada intentando
imaginar que tú eras,
pero necesitaba tus brazos
rodeando mi cintura,
tus manos acariciando mi espalda;
me hacían falta tu piel y tu alma
y el nectar tibio y fresco
que cubre tus labios que tanto deseo.
Y tanto te necesitaba
que, abrazada a mi almohada,
no pude dormirme de tanto pensarte,
y de sólo pensarte me alcanzó la aurora.
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