Es conveniente establecer una ética científica, de validez general, que pueda ser aceptada incluso dentro del ámbito de las distintas religiones y de las distintas posturas filosóficas. Si bien son varios los intentos realizados en este sentido, todavía no disponemos de la solución buscada. Robert S. Hartman escribió:
“La causa de la falta de moralidad en el mundo puede entonces determinarse con exactitud: es la falta de una ciencia moral en el estricto sentido definido, la falta de conceptos morales sintéticos y verdaderamente formales. Lo que tenemos es una ética precientífica. Sus conceptos analíticos hacen que el pensamiento ético sea tan ineficaz, a despecho de toda la buena voluntad que hay en el mundo”.
“El propio Jesucristo comprendió esta aparente falta de método en sus enseñanzas y profetizó una época en que no se comprenderían y atenderían, y una época en que sí se comprenderían y atenderían: una época en que todo lo que él había enseñado se enseñaría nuevamente y volvería al recuerdo de los hombres” (De “La estructura del valor” – Fondo de Cultura Económica).
Uno de los intentos por lograr una ética objetiva fue realizado por George E. Moore, quien escribió respecto de la objetividad de los juicios morales:
“Y vamos a principiar con un punto muy fundamental. Dos cosas implica claramente nuestra teoría. Implica
1) Que si alguna vez es cierto que una particular acción voluntaria es justa, siempre debe ser cierto de aquella particular acción el que sea justa; o con otras palabras, que una acción no puede cambiar de justa a injusta o de injusta a justa; que no es posible que sea verdad de una misma acción que sea justa una vez e injusta otra. E implica también:
2) Que no es posible que la misma acción sea al mismo tiempo juntamente justa e injusta.
La teoría en cuestión claramente implica ambas cosas porque afirma que una acción voluntaria puede ser justa solamente si produce un máximun de placer, y solamente puede ser injusta si produce menos que el máximun (posible) de placer” (De “Ética” – Ed. Labor SA)
Podemos decir, a partir del escrito anterior, que la ética trata acerca de los efectos que producen nuestras acciones voluntarias y que esos efectos se valoran en función del placer, o no, que habrán de producir en el individuo. También implica que la secuencia acción-efecto se mantiene inalterable en el tiempo, lo que no es de extrañar por cuanto se trata de una secuencia del tipo causa-efecto, o ley natural causal, que es invariable.
La propuesta ética se construye, entre otras formas, a partir de cierta finalidad supuesta, como ha de ser el logro de la felicidad, cumplir con la voluntad de Dios, etc. A partir de la finalidad adoptada como punto de partida, se consideran las causas que la favorecen (lo bueno) y las causas que la desfavorecen (lo malo), de ahí que el bien y el mal tienen sentido en función de la previa finalidad adoptada. La ética de origen religioso se caracteriza por la búsqueda de la acción que lleva al logro de la mencionada finalidad.
También se considera que la acción ética es orientada por la búsqueda de valores que la promueven. Adolfo P. Carpio escribió: “El tercer género de entes (juntos a los sensibles e ideales) lo constituyen los valores: la belleza, la fealdad, la justicia, la injusticia, la utilidad, etc. Se trata de entes muy diferentes de todos los anteriores, y la característica que los separa de ellos reside en que los valores valen: esto significa que frente a ellos no podemos permanecer indiferentes, porque ante un valor siempre se despierta en nosotros una reacción, una respuesta –la valoración o estimación- que puede ser de adhesión –si el valor es positivo- o de rechazo- si el valor es negativo. La disciplina que se ocupa del estudio de los valores se denomina axiología” (De “Principios de Filosofía” – Ed. Glauco)
A cada valor le corresponde siempre un contravalor, o valor negativo. Además, existirá una jerarquía de valores asociados a los atributos de objetos y de personas. En cuanto a la valoración que cada individuo atribuye a cada uno de esos atributos, depende tanto del atributo en sí como del individuo que valora, si bien es posible encontrar coincidencias respecto a ciertos valores como la honestidad o respecto de ciertos desvalores como la ingratitud. De las divergencias y de las coincidencias se generaliza hacia dos casos extremos posibles: el objetivismo y el relativismo axiológicos, que llevan al objetivismo y al relativismo moral, respectivamente.
Nótese que en esta ética fundamentada en los valores tenemos en cuenta tanto los valores asociados a objetos como a personas, lo que se presta generalmente para considerar válido el relativismo moral, por cuanto muchos de los valores asociados a los objetos son en realidad subjetivos.
Si buscamos una ética objetiva, debemos considerar fundamentos objetivos, distintos a los valores, y son los que han de residir en las propias actitudes del hombre, dejando de lado la consideración de atributos de objetos o cosas. La ética, de esa forma, sólo describirá las acciones, y los efectos asociados, de la sola intervención de seres vivientes. Ello llevará a considerar prioritarios los afectos o sentimientos del hombre. Podemos, entonces, resumir las tres situaciones mencionadas:
Fundamentos de la ética:
a) Finalidad (acciones que la favorecen)
b) Axiología (valores asociados a objetos y personas)
c) Afectos (valores estrictamente humanos)
Si existe veracidad en distintas éticas propuestas, elaboradas en base a distintos fundamentos, debe existir alguna vinculación entre tales fundamentos. En lugar de buscar la eliminación de uno de ellos, resulta conveniente buscar la complementación de los mismos.
Si tenemos presente que el hombre tiene atributos asociados al cuerpo (estéticos), asociados a la mente (intelectuales) y asociados a los afectos (sentimientos), las prioridades posibles llevarán a distintas “escalas de valores” que producirán distintos niveles de felicidad.
Todas las tendencias constructivas tratadas (finalidad, axiología, afectos) se identificarán en cuanto aceptemos la escala de valores en la que se ubican en un primer lugar los aspectos afectivos, seguidos de los intelectuales y luego de los estéticos.
El proceso de aceptación de una escala de valores, o de otra distinta, proviene generalmente de la simple búsqueda de optimización del grado de felicidad logrado. Lo que “debe ser” es la optimización de lo que “es”. Así, decimos que la actitud del amor es la que produce el mayor nivel de felicidad posible, algo que no puede inferirse ni deducirse a partir del razonamiento lógico, sino que esa información ha de provenir de la observación de las costumbres a través de las distintas generaciones humanas.
Así, las costumbres (de donde viene la palabra “moral”, del latín “mor”) sugieren establecer teorizaciones que llevan a la ética (palabra de origen griego), que a veces se asocia a la idea de “fundamento para la realización de la vida”. Por ello podemos decir que la moral se va estableciendo a partir de la ética aceptada por la sociedad, mientras que la propuesta ética se va construyendo con la moral practicada en la sociedad. Este no es un proceso demasiado diferente al que existe en el caso de la física, en la que la teoría describe y predice fenómenos, mientras que los nuevos fenómenos requieren de una mejor teoría. José Ferrater Mora escribió: “Muchos autores consideran a Sócrates como el fundador de una reflexión ética autónoma, aún reconociendo que la misma no hubiera sido posible sin el sistema de ideas morales dentro de las cuales vivía el filósofo y especialmente sin las cuestiones suscitadas acerca de ellas por los sofistas. En efecto, al considerar el problema ético individual como el problema central filosófico, Sócrates pareció centrar toda reflexión filosófica en la ética” (Del “Diccionario de Filosofía” – Ed. Ariel SA).
En cuanto a la ética fundamentada en los afectos, podemos decir que puede describirse en función del concepto básico de la psicología social, y es el concepto de “actitud”. De acuerdo con Moore, de que existe una invariabilidad temporal entre causas y efectos, o entre estímulo y respuesta, en el caso de cada individuo existe una respuesta característica que definimos de la siguiente manera:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
que da origen a cuatro actitudes básicas que cubren prácticamente todas las actitudes afectivas posibles, considerando que en cada individuo existe una superposición de dos o más de esas actitudes. Y ellas serán:
a) Amor (implica compartir penas y alegrías de los demás)
b) Odio (implica cambiar penas y alegrías de los demás en alegrías y penas propias, respectivamente)
c) Egoísmo (implica buscar sólo la felicidad propia sin referencia a los demás)
d) Negligencia (implica desinterés aún por la propia felicidad)
También, a partir de la experiencia, podemos asociar los antiguos conceptos religiosos del Bien y del Mal a las actitudes básicas mencionadas, considerando que el bien es lo que deseamos y el mal lo que no deseamos:
a) Bien: Amor
b) Mal: Odio, egoísmo, negligencia
Lo que permite decir que la ética es la ciencia que estudia y determina las causas que producen el Bien y el Mal, ya que es tan necesario buscar el Bien como evitar el Mal.
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