Manos, posadse aquí justo alivio,
de quien vienen en huella convertida,
aún extraviadas, forjarán brida
para este corcel de manto niveo.
Manos, de qué subterráneo e igneo
río surgísteis calma sorprendida,
sensaciones de siempre y despedida
confluencia y raíz del árbol trívio.
Manos que de mis manos son el nombre,
el plato para degustar el alba,
salvedad de mutismo y de palabra,
dónde existe el cofre que no se abra
a las falanges, qué en su estar me salva
de morir ayer sin que el hoy me asombre.
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