Amanézcame.
Para ti, para tu nombre que más que amanecerme me insomnia, aunque te resistas a creerlo...
No puedo pedir que me amanezca subyacente,
de modo tal quien pose, sin notar de qué sortilegio apropiado,
hace el sueño plenitud de insomnio trastocado en herramienta;
el fantástico recinto le descubre la ironía del brocado,
suntuoso en la sorpresa del celador por el oficio de araña,
hasta los muertos reconocen la pulcritud del tiempo,
tan efímero vuelo para inventarnos la memoria y toda cana
aferrados aún a lo que es alguna vez ya fuimos,
pero jamás, jamás seremos suficientemente eternos.
Pizarro existe atado a la reseña, solo eso,
mas el solsticio no renuncia a Machu Picchu
ni los Incas han dejado de cantarle las serenas armonías del maíz,
si amoldáramos al quipu el correo cotidiano,
en lazos que otras manos no pudieran desandar con idéntica textura,
cómo anudarle el secreto de la sangre al rostro fugaz desde la infancia;
acaso hubiere Xavier descubierto el alba sin ocaso,
las sutiles minucias nos amparan de la amnesia, escasas
son las piedras sin motivos, los fanáticos sin dioses.
Me voy a madurar un despertar de las minucias,
en las ruinas más propensas al desorden, para vivir atado, solo eso,
a la perenne renuncia del solsticio, los coros disonantes sin imperio,
y tal vez anude un lazo amnésico, hasta puede que exhume su motivo
para eternizar el dios de los ateos, mientras busco un recinto
a cielo abierto con la araña que cuelgue de su oficio,
y no piense lo hago por amor, que al fin suele ser surrealista,
solo quiero me amanezca subyugante.
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