De todos aquellos atributos que poseemos los seres vivientes, y que nos permiten lograr una aceptable adaptación al medio en que vivimos, quizás el más importante sea nuestra capacidad para poder prever los acontecimientos que ocurrirán en un futuro inmediato, incluso en un futuro lejano en el caso del hombre. Para ello, a partir del conocimiento del estado del presente y de la ley natural respectiva, podremos determinar el estado del futuro.
Determinismo = Condiciones iniciales + Ley natural causal
Así, decimos que el futuro está implícito en el presente y ocurrirá necesariamente. En el caso citado, la ley natural causal es sólo una de las tantas leyes que existen (descubierta por el hombre), y que rige a una pequeña parte de los fenómenos naturales posibles, no existiendo una ley de validez general.
Tal como hemos planteado el tema, se trata de un aspecto cognoscitivo asociado a los seres vivientes, y no algo inherente a la propia realidad exterior. Sin embargo, si el determinismo cognoscitivo se adapta muy bien a la realidad, seguramente ello se debe a la existencia de un determinismo estricto, en el propio marco de la naturaleza.
De la validez de la relación anterior podemos extraer que nuestro grado de adaptación al orden natural progresará a medida que conozcamos mayor cantidad de leyes naturales. En ello ha de consistir la “adaptación cultural” del hombre, como una prolongación de la adaptación biológica. Luego, la “cultura” estará ligada al conocimiento del mundo en que vivimos, y la cultura de los pueblos deberá estar ligada a los aportes que hacen al conocimiento universal.
Los primeros hombres que habitaron el planeta debieron luchar contra el frío, el calor, las enfermedades, la violencia, etc. El propio medio los presionó, mediante las incomodidades y el sufrimiento, a adaptarse de una manera eficiente. Este fue el origen de la tecnología y de la cultura. En la actualidad, la naturaleza nos sigue presionando, entre otros aspectos, para que lleguemos a una mejor convivencia social. Incluso para que logremos extraer energía del proceso de fusión nuclear antes que se haya terminado el petróleo y el uranio en nuestro planeta. Para ello deberemos conocer mejor las leyes de la sociedad, en un caso, y las de la física, en el otro caso, siendo éste el precio que debemos pagar por nuestra supervivencia.
En la física del átomo surgió el principio de indeterminación de Werner Heisenberg. Se llegó a la conclusión de que no es posible conocer con precisión las condiciones iniciales previas a una secuencia de causas y efectos. No podemos prever el futuro porque tampoco podemos conocer el presente, aun cuando pueda seguir vigente la validez del vínculo causal.
De todas formas, en el mundo atómico, la validez causal se sigue manteniendo pero sólo a un nivel estadístico. Así, supongamos que vemos pasar, a través del vidrio de la ventana, a un caminante. Podemos observarlo porque desvía la luz proveniente del Sol. El propio caminante podrá verse reflejado, parcialmente, en la parte exterior de ese vidrio. Como la luz está compuesta de pequeños impulsos de energía (fotones), parte de esas partículas atravesará el vidrio y otra parte se reflejará yendo al exterior. Si todos los fotones son idénticos, ¿porqué unos “eligen” atravesar el vidrio y otros “eligen” retroceder? La descripción que nos da la física sólo tiene validez para una gran cantidad de fotones, en cuyo caso permite calcular los porcentajes de ocurrencia de cada caso. En cuanto a un fotón particular, sólo se podrá estimar la probabilidad de que vaya por uno u otro camino. El físico David Bohm escribió: “A la categoría general de ley, que incluye las leyes causales, las leyes del azar y las leyes que relacionan a estas dos clases de leyes, le daremos el nombre de leyes de la naturaleza” (De “Causalidad y azar en la física moderna” – UNAM)
No sólo el mundo material está regido por leyes naturales, sino también lo estamos los propios seres vivientes, porque el requerimiento de prever el futuro también estará asociado a nosotros mismos. En este caso, como existimos en una escala de observación macroscópica, podemos seguir considerando válida a la relación antes escrita considerando que existe un determinismo estricto dentro del nivel de exactitud con que podemos conocer las leyes naturales vigentes, así como las condiciones iniciales (los datos) de cada caso particular.
Una gran parte del proceso de adaptación cultural provendrá del conocimiento de las leyes naturales que rigen al propio ser humano y a la sociedad. Otra parte provendrá de lograr que ese conocimiento tenga un alcance masivo. La acción ética, derivada de esas leyes, ha de ser la resultante esperada para establecer el inicio de una mejora ética generalizada. En realidad, tal conocimiento ya existe en ámbitos de la religión y de la filosofía, pero, si no tiene el éxito esperado, conviene intentar fortalecerlo desde el ámbito científico. La idea clave de esa mejora está en el concepto del amor, respecto del cual podemos mencionar la definición de Gottfried W. Leibniz, quien dijo: “Amar es encontrar en la felicidad de otro la propia felicidad”.
La idea de que el hombre esté regido por leyes naturales y que esté determinado por su condición actual, puede resultar poco atractiva para quienes tienen posturas filosóficas distintas a la postura predominante en el ámbito de la ciencia experimental. De todas formas, si no existiera una ley causal, sería imposible prever acontecimientos que involucran a seres humanos, predominando el caos y la incertidumbre.
El hombre toma decisiones, en cada instante, en función de lo que perciben sus sentidos y de lo que tiene grabado en su mente. Pero esa información grabada en su memoria proviene de la influencia, a nivel consciente y subconsciente, acumulada desde las primeras etapas de su vida a través del agrupamiento y conexionado de sus neuronas. Podemos decir que el hombre trae una estructura mental heredada, pero esa estructura se va modificando parcialmente debido a la influencia del medio social:
Información en la memoria = Herencia + Influencia
Nadie puede conocer dicha influencia por cuanto se trata de una cantidad de información excesivamente grande. Podemos decir que tal información determina la acción posterior del hombre. Si no podemos conocerla, el hombre estará, en primera instancia, indeterminado para nuestro conocimiento, pero estrictamente podrá estarlo en su comportamiento. Pero aún así, será un ser autónomo porque podrá decidir el rumbo de su vida en cada instante. Vendría a ser una auto-causalidad en lugar de ser un determinismo impuesto exteriormente. Jacques Maritain escribió: “La ley natural es para el hombre una ley moral, porque la obedece o la desobedece libremente, no por necesidad” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de P. Foulquié – Ed. Labor SA)
En cuanto a la libertad de la voluntad, libertad de elección o libre albedrío, podemos decir que el hombre viene determinado parcialmente por la influencia, o información, recibida desde las etapas iniciales de su vida. De ahí que podrá ser libre cuando en su mente predomine información verdadera, o concordante con las leyes naturales, o podrá ser esclavo de la realidad cuando en su mente predomine información errónea, o cuando ignore la verdad. Marco Tulio Cicerón escribió: “La ignorancia del Bien y del Mal es lo que más perturba la vida humana”.
Cuando se supone que el hombre no es libre, sino que, haga lo que haga, elija lo que elija, cada acontecimiento de su vida vendrá determinado por el Dios que influye en los hechos cotidianos, estamos considerando la existencia de un destino previo, o de un fatalismo. Esta idea conduce al hombre a la inacción, puesto que los resultados de sus actos no dependen de su propia elección. La noción de destino supone a la existencia humana gobernada «desde fuera» por una fuerza sobrenatural: la providencia, si el destino es feliz; la fatalidad, si es desdichado. Norbert Wiener escribió: “En un mundo regido por una serie de milagros sucesivos, obra de un dios irracional sujeto a súbitos antojos, nos veríamos forzados a esperar cada nueva catástrofe en un estado de pasividad” (De “Cibernética” – Tusquets Editores).
Como el hombre tiene la posibilidad de adquirir información verdadera, en principio es posible anular la mala influencia reemplazándola con tal información. Posiblemente en ello consista la “conversión religiosa”. J. Lacroix escribió: “La conversión no es generalmente un cambio brusco de creencia, sino la conquista progresiva gracias a una duda continua. Pero esta duda no es a su vez posible, desde un principio, más que por la presencia insospechada, pero real, de otra creencia que roe la primera a medida que se explicita” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico”)
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