De nada...
No me agradezcas las noches en vela
sacándole versos al teclado,
recitando en tertulias madrugantes
de los amantes de la luna.
¿Yo qué sé si hago bien?
Si estoy acá es porque me lo manda
mi estúpido corazón
que no entiende razones,
que te ve soltar una lágrima
y se vuelve mares sólo
con tal de algo de ti tocar.
Miríadas de cerros,
celos a patadas,
sauces quebrados por las ramas
y aún así soy tu esclava,
pasan siglos, quizás, por año
y yo aún sin llave ni carcelero.
No me agradezcas las caricias de Oniria,
yo no sé cómo llegaron
de mis manos a tu lecho,
capaz se las llevaron los cuervos
entre las patas
o las muy locas se escaparon.
No agradezcas te digo,
es ridículo que agradezcas eso:
el amor no se agradece,
se agradecen las limosnas.
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