¡Ay! amado, te extraño hasta sufriendo
y cubierta de congoja no olvido recordarte
un momento aparte
para no pensar en que estoy muriendo.
¡Ay! amado, ¿cuál era tu nombre?
que aquí ahogándome de pesadillas,
caída de rodillas,
no puedo evitar que mi alma se ensombre.
¡Ay! amado, no alcanzo tus manos
extendidas muy allá, en lontananza
y sin esperanza
caigo ya en cuenta cuán lejos estamos.
Marcadores