Ciertamente el objetivo final de todo musulmán es el Paraíso. Como todos los aspectos de lo No-Visto, sólo puede ser imaginado a través de la analogía, aunque sus realidades están mucho más allá de la descripción en cualquier lengua humana. Al-lah (subhanahu wa Ta’ala) ha preparado para Sus siervos, “lo que ningún ojo ha visto y ningún oído ha oído y nunca ha ocurrido a un corazón humano” [al-Bujari, Múslim y otros]. Este hogar eterno no está limitado a lo que se describe aquí de disfrutes materiales y espirituales, porque incluye lo que “toda alma ha añorado” y finalmente el mayor y más completo placer más allá de toda imaginación, la presencia y proximidad del mismo Creador.
¿Quiénes son los herederos de tal bendición? ¿Qué almas son dignas de esta recompensa?
Es una creencia común entre los musulmanes hoy en día que cualquiera que diga “La ilaha il-lal-lah” y “Muhámmadan Rasulul-lah” entrará en el Paraíso. Pero este testimonio algo más que un dicho de la lengua. Es un juramento, un compromiso que tiene que ser cumplido. Tiene condiciones y exigencias. Los árabes de Quraysh que rechazaron pronunciar esta frase lo hicieron porque comprendían plenamente sus implicaciones. Los musulmanes la repiten hoy en día sin un segundo pensamiento, sus acciones y formas de vida dan testimonio de algo totalmente diferente. ¡Y luego esperan el Paraíso!
En el Corán, Al-lah (subhanahu wa Ta’ala) nos ha advertido contra la complacencia en religión como la de judíos y cristianos que equivocadamente pretenden que Dios les ha favorecido por encima de los demás y que el Paraíso es sólo para ellos: “No es por vuestros deseos, ni los deseos de la Gente del Libro. Quién actúa mal será castigado por ello, y no encontrará a otro que Al-lah como protector o auxiliar”.
Algunos de los musulmanes de hoy en día se consideran a si mismos como el pueblo escogido, mientras dejan de practicar los mandamientos de su Señor, dando la espalda a la Sunna de su Profeta (que Al-lah le bendiga y le dé paz) e insistiendo en una vida secular lejos de las bendiciones de la Ley divina… quizá yendo tan lejos como negar algunos aspectos de la Ley. Costumbres y tradiciones, materialismo, sistemas sociales creados por el hombre, líderes nacionales e incluso sus propias inclinaciones comparten la autoridad, que en puridad pertenece exclusivamente a nuestro Creador, el Dueño del Día del Juicio.
La recompensa del Paraíso es demasiado grande como para no tener precio. Este precio es la verdadera fe que es probada con la obediencia a Al-lah y Su Mensajero (que Al-lah le bendiga y le dé paz). El Corán dice: “Pero quien desee la última vida y se afane en su esfuerzo hacia ella siendo creyente… A ésos se les agradecerá su esfuerzo” (Sura al Isrá, 17:19).
Tenemos que volver al Corán, no simplemente de un modo emocional o académico, sino con un sentido de instrucción para la obediencia y la acción. Debemos mirar que tipo de gente Al-lah ha pedido que fuéramos y luego serlo. Este es el camino al Paraíso.
Marcadores