“A medida que obteníamos nuevos datos nos íbamos dando cuenta de que teníamos algo grande”, sonríe el doctor Eduardo Arzt, investigador del Conicet, y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Por eso -confiesa- durante todo este tiempo nos mantuvimos sin publicar nada sobre esta línea de trabajo”.

Se refiere a los poco más de cuatro años que transcurrieron desde que un experimento en células tumorales de hipófisis de ratón, efectuado por la entonces tesista -hoy doctora- Carolina Perez-Castro, reveló la expresión de un gen desconocido. “En ese momento no teníamos la menor idea de qué se trataba”, reconoce Arzt.

Así fue que, entonces, decidieron clonar ese gen ignoto y desentrañar su secuencia para luego determinar si existía algo similar en el genoma humano. Y, para sorpresa de todos, allí estaba: “Vimos que había una secuencia humana con bastante homología, y como habíamos comprobado que se trataba de un gen que se expresa diferencialmente en un tumor, decidimos averiguar cuál era su función. Para ello, trabajamos simultáneamente con células de ratón, de rata y de humanos”, explica el investigador.

La sorpresa fue mayor cuando comprobaron que el gen que habían descubierto codificaba para una proteína que no parecía pertenecer a ninguna familia conocida. Es decir, la proteína parecía ser “distinta”. Además, el análisis de las bases de datos indicaba que dicha molécula está presente en diferentes vertebrados superiores con muy pocas variaciones entre especies, lo que presupone para esta molécula una función importante.

Rótulo crítico

RSUME, tal el nombre con el que el grupo de la FCEyN bautizó a la proteína en cuestión, es un elemento clave de un proceso fundamental de la célula que recibe el nombre de sumoilación, una reacción bioquímica por la cual un pequeño compuesto, denominado SUMO, se “pega” a las proteínas. “Es como un etiquetado”, ilustra Arzt.

Cuando la proteína es marcada (sumoilada), adquiere ciertas características como, por ejemplo, la capacidad de “esquivar” a la maquinaria celular encargada de su destrucción. En otras palabras, la sumoilación estabiliza a la molécula proteica permitiéndole “seguir con vida” y, de esta manera, mantener su actividad.

¿Y qué papel juega RSUME en esta historia? Los investigadores de la FCEyN encontraron que, en determinadas condiciones, RSUME actúa como un potenciador de la sumoilación de ciertas proteínas que están implicadas en la supervivencia tumoral. Es decir, permite que el tumor siga creciendo.

En resumen, el “superpaper” publicado en la prestigiosa revista Cell, no sólo da cuenta del descubrimiento y caracterización de un gen que se expresa en ciertos tumores, y que está presente en numerosas especies, sino que, además, hace una descripción detallada de la proteína RSUME, producida a partir de ese gen, y comprometida en el desarrollo tumoral. Por si todo esto fuera poco, el trabajo de los investigadores de la FCEyN también brinda una explicación precisa acerca del mecanismo de acción de RSUME, y de sus efectos en la fisiología celular.

Cuando “falta el aire”

A medida que un tumor se desarrolla, las células que quedan encerradas en el centro de esa masa tumoral en crecimiento comienzan a padecer la falta de oxígeno (hipoxia) y, como consecuencia, empiezan a morir. “En ciertos tumores, nosotros encontramos que en esas zonas necróticas hay presencia de RSUME”, señala Eduardo Arzt y, para dejar en claro la relación entre la situación de hipoxia y la existencia de la proteína, añade: “Cuanto mayor es la falta de oxígeno y más necrótico está el tumor, hay más cantidad de RSUME”.

¿Y qué hace RSUME en medio de las células muertas? “Es una estrategia del tumor para poder seguir creciendo”, responde el científico. Según la explicación dada en el paper de Cell, la hipoxia activa al gen RSUME en las células que están padeciendo la falta de oxígeno y, como consecuencia, comienza a producirse la proteína RSUME, la cual desata una “cascada” de reacciones bioquímicas que terminan en la generación de nuevos vasos sanguíneos (angiogénesis), los que, finalmente, llevarán oxígeno a las células del centro del tumor.

Para desencadenar la “cascada” de reacciones que llevan a la angiogénesis, RSUME potencia el proceso de sumoilación de una proteína denominada HIF (Factor Inducible por Hipoxia, por sus siglas en inglés) logrando estabilizarla. Al evitar su degradación, el “etiquetado” de HIF permite que esta proteína se acumule en la zona donde falta el oxígeno. “A su vez, HIF induce la producción de VEGF, que es un factor que estimula el crecimiento de los vasos sanguíneos”, precisa Arzt.

Fuente: Universidad de Buenos Aires.