Se ha dicho que la predestinación es “el eterno decreto de Dios, por el que ha determinado lo que quiere hacer de cada uno de los hombres. Porque Él no los crea a todos con la misma condición, sino que ordena a unos para la vida eterna, y a otros para condenación perpetua.” Este concepto se basa en la idea de que Dios es omnisciente y que los actos de sus criaturas no pueden poner en entredicho sus propósitos ni obligarlo a cambiar.
Pero ¿es esto realmente lo que da a entender la Biblia acerca de Dios?
Bueno, Dios puede predecir el futuro. Se refiere a sí mismo como “Aquel que declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho; Aquel que dice: ‘Mi propio consejo subsistirá, y todo lo que es mi deleite haré’”. (Isaías 46:10.) A través de la historia del hombre, Dios ha hecho que se pongan por escrito sus profecías para mostrar que puede usar su presciencia y predecir acontecimientos con antelación.
Las profecías pueden referirse a grupos de personas, naciones, e incluso un solo individuo. Por ejemplo, el profeta Miqueas dijo que el Mesías nacería en Belén. (Miqueas 5:2.) También en este caso Dios usó su presciencia. Sin embargo, este suceso se anunció con un propósito particular: la identificación del Mesías. Pero este caso no justifica que se pueda generalizar la doctrina de la predestinación para todo el mundo.
Al contrario, las Escrituras revelan que hay situaciones en las que Dios opta por no saber de antemano un determinado resultado. Por ejemplo, poco antes de destruir a Sodoma y Gomorra, dijo: “Estoy completamente resuelto a bajar para ver si obran del todo conforme al clamor que acerca de ello ha llegado a mí, y, si no, podré llegar a saberlo”. (Génesis 18:21.) Este texto nos muestra con claridad que Dios no preconoció el grado de depravación de aquellas ciudades antes de investigarlo.
Es cierto que Dios puede prever ciertos sucesos, pero en muchos casos ha optado por no emplear su presciencia. Como es todopoderoso, es libre de utilizar sus capacidades como él desee, no como deseen seres humanos imperfectos.
Hay que tener presente que predecir no es predestinar. El hecho de que Dios optara por desconocer el derrotero que tomaría la humanidad no le impedía profetizar las consecuencias de las acciones buenas o malas del hombre. Al mecánico que advierte a un conductor de la precaria condición de su vehículo no se le puede responsabilizar si ocurre un accidente, ni acusársele de predestinarlo. De igual modo, a Dios no se le puede acusar de predestinar las tristes consecuencias de las acciones de algunos individuos.
De modo que a la luz de estos hechos, podemos decir sin temor a equivocarnos que el Creador no fija ni predetermina la senda que va a seguir cada individuo. ¿Está esto en conflicto con la habilidad que tiene Dios de ver el futuro? ¡No! Para ilustrar el punto: Un radiorreceptor le permite oír en casa las noticias internacionales, pero primero hay que encenderlo y seleccionar la estación correcta al momento preciso. Lo mismo sucede con la facultad de presciencia del Creador; él la usa de modo discreto y selectivo, y así muestra respeto por el libre albedrío que dio al hombre.
La Biblia enseña que las coincidencias y los desastres suceden, no porque Dios las haya predeterminado, sino porque a menudo son cuestión del “tiempo y el suceso imprevisto” (Eclesiastés 9:11, 12). Por ejemplo, piense en una concurrida intersección de tránsito. Un “suceso imprevisto”, como el que no funcionen los frenos en un “tiempo” poco oportuno, pudiera causar un accidente mortal. La Biblia no enseña que Dios sea el responsable de tales cosas ni que las predetermine. Debido a darse cuenta de su responsabilidad personal, los cristianos se esfuerzan por conducir con “buen juicio” y procuran mantener sus vehículos en buenas condiciones de rodaje. (2 Timoteo 1:7.)
En cuanto al destino final de la humanidad, la Biblia enseña, no que esté previamente fijado por Dios, sino que hay dos posibilidades. Estas son: vivir para siempre en esta Tierra, o perder finalmente la vida por completo. En ninguno de los dos casos se ha fijado ni la cantidad de personas ni los individuos mismos. La decisión depende de cada uno. Como dice el Creador: “Aquí estoy poniendo delante de ustedes el camino de la vida y el camino de la muerte”. Si una persona está en el “camino de la muerte”, no es demasiado tarde para cambiar. Dios mismo hace esta invitación: “Vuélvanse, vuélvanse de sus malos caminos, pues ¿por qué es que deberían morir?”. Además, si una persona ha escogido “el camino de la vida”, debe tener cuidado para permanecer en él. Los testigos de Jehová tomamos a pecho la advertencia de Dios: “Cuando yo diga al justo: ‘Positivamente seguirás viviendo’, y él mismo realmente confíe en su propia justicia y haga injusticia, todos sus propios actos justos no serán recordados, sino que por su injusticia que ha hecho... por ésta morirá”. (Jeremías 21:8; Ezequiel 33:11, 13.)
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