Exacto, "por lo general"; no siempre.
Recuerdo que cuando era joven estudiante de Teología, uno de mis maestros insistía mucho en un argumento en favor de la existencia de un Dios, argumento al cual el llamaba "la sensación de inmensidad".
Y nos decía que cuando observamos la inmensidad del océano y del cielo, nos sentimos tan y tan pequeños que, según él, eso prueba que existe "algo" o "Alguien" que es más grande que nosotros, tal y como lo sintió David en el Salmo 8:3 y 4 ...
La sensación de inmensidad combinada con la sensación de pequeñez nuestra = sensación de la existencia de un Dios.
Sinceramente, ante el océano y ante el espacio yo me siento ciertamente pequeñito, pero eso no me impele a deducir que tenga que haber un Dios muy Superior a mí. Al contrario, me siento solo, abandonado a mí mismo, como un granito de arena en la inmensidad del Universo, lo cual me ayuda a aceptarme como ser mortal y finito.
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