La visita de Melancolía
¡Cuántas pequeñas luces recorren la casa!
Las partículas de polvo nadan perezosas
en la humedad de la tarde,
el sol no quiere entrar, mejor así:
Melancolía está de visita.
Estos días se parecen tanto a los otros
que los encuentro diferentes sólo en esencia,
como gemelos de distinto padre
¿quién lo creería?
Una brisa se cuela por bajo la puerta,
sin pedir permiso, saluda a mi tristeza
y se dispersa, se aleja, se desvanece;
Melancolía llegó esta mañana
y se niega a irse,
quizás se quede por unos días habitando
en las moradas vacías de mi mente.
Me haría bien oír el canto de las aves ahora,
pero parece adrede que estén mudas,
ahogadas de lluvias
o de ruegos similares.
Las luces se extinguen de a poco,
lentamente se vuelve de noche y me escucho
decirle distraída "bienvenida seas";
Melancolía no es buena huésped,
es egoísta y rencorosa,
es demandante y prejuiciosa a morir,
aún así habré de soportarla:
es mi culpa por dejar la puerta abierta
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