En relación a lo que he dicho en mi apunte anterior sobre Kant, Hegel y Popper encuentro una limitación peligrosa y que atañe bastante a los tres.
En general comparto con Kant su visión del entendimiento y el juicio, mas es el uso de la razón como criterio en sí mismo lo que me llama a la desconfianza. La razón como principio de unidad, de razón suficiente o universalidad está más allá de nuestra explicación, porque se empuja a sí mismo. Esta verdad era especulativa hace unos siglos y hoy en día sabemos que las ideas son más condicionadas de lo que parecía; aún así, gente como Spinoza lo sospechaba; realmente creo que si no hay necesidad en lo que decimos, el mérito pierde gran parte de su valor, es casualidad.
Hegel otorgaba realidad ontológica a la cosa en sí, como en sí y para sí. Además de que no sé qué quiere decir con eso, parece que es un farol, confía su mano, el contenido a la oscuridad y la protege no desvelándola. El día que la partida exija mostrar las cartas no habrá sitio para más ensimismamientos y seremos juzgados según las reglas del juego. Ese tribunal se encuentra y realiza allí donde cobra sentido. Sus leyes tienen validez y sentido si son conformes a una realidad que las justifique, y por su propia lógica es incompleto. Esa esperanza en su trascendencia es una presunción para que los pasos futuros sean como los pasados.
La determinación de los acontecimientos será realizada conforme se desenvuelvan y su cristalización se dará como un sistema que podemos muy bien ser incapaces de justificar.
NOTA. Éste último aporte lo dirijo a la primera gran fanfarronada que vi en Hegel y más tarde en gente a la que sí admiro. Schopenhauer y su romántica visión de la verdad como tribunal final, Kant y su contradicción con la trascendencia y su incompatibilidad con las posibilidades de la razón y Popper y su incongruencia con la realidad del hombre.
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