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Quizás el ancestro más antiguo de las diversas representaciones de las divinidades que conocemos sea el ProtoPadre del Pleroma seguido de sus eones, o emanaciones.
Los biblistas sabemos que el Dios ingénito de la Biblia engendró a Su Hijo Unigénito, Jn. 1:14, 18; 3:16; 1 Jn. 4:9, y que el Espíritu Santo procede del Padre, Jn. 15:26.
Si ubicamos la Trinidad de la Biblia en el contexto gnóstico, e incluso pregnóstico que nutrió el pensamiento cristopaulino, resulta fácil comprender que la idea del Pleroma o Plenitud, del cual se desprenden el "eon" Hijo, y el "eon" Espíritu Santo, no era nada extraña, ni inconcebible para el apóstol Juan.
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