Si los sentimientos humanos nos guían a través de premios y castigos, tales como el placer y el dolor, la base de la educación debería ser, justamente, una educación emocional. Mientras que en la actualidad se ha dejado de lado el papel predominante de la religión, con sus mensajes que apuntan al mejoramiento ético, que no es otra cosa que el mejoramiento emocional, en la antigüedad la educación religiosa podía adecuarse de mejor manera a la realidad del ser humano. Daniel Goleman escribió: “Si existe un remedio, creo que debe estar en la forma en que preparemos a nuestros jóvenes para la vida. En la actualidad dejamos librada al azar la educación emocional de nuestros hijos, con resultados cada vez más desastrosos. Una solución consiste en tener una nueva visión de lo que las escuelas pueden hacer para educar al alumno como un todo, reuniendo mente y corazón en el aula” (De “La Inteligencia Emocional” – Ed. *****ra).
Las emociones son “impulsos para la acción” y surgen como una consecuencia de la mejora producida a través de la evolución biológica, si bien los aspectos afectivos se han de intensificar dentro del marco de la evolución cultural. La base de nuestra educación emocional ha de significar la plena conciencia de la existencia de los sentimientos humanos y de sus posibles desviaciones. Daniel Goleman escribe: “En esencia, todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado”. “Los nuevos pensamientos sostienen que nuestra sociabilidad ha sido la estrategia de supervivencia primordial de las especies primates, inclusive nuestra”.
En esta psicología de los sentimientos, o de las emociones, el concepto básico es el de “empatía” respecto del cual Goleman escribe: “En la psicología de hoy en día, la palabra «empatía» es utilizada con tres sentidos diferentes: conocer los sentimientos de otra persona, sentir lo que esa persona siente y responder compasivamente a la aflicción de otro. Estas tres variantes de empatía parecen describir una secuencia 1-2-3: te veo, siento contigo y entonces actúo para ayudarte”. “Sentir con nos mueve a actuar para” (De “La Inteligencia Social”)
Es oportuno tener presente que los aspectos intelectuales y afectivos, son independientes en el ser humano. Goleman escribe: “Esas lágrimas repentinas podrían haber pasado inadvertidas. Pero darse cuenta de que el lagrimeo de alguien significa que está triste a pesar de que dice lo contrario, es un acto de comprensión tan claro como lo es el de desentrañar el sentido de las palabras de una página impresa. Uno es un acto de la mente emocional, el otro de la mente racional. En un sentido muy real, tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente”. “Así como la mente racional se expresa a través de palabras, la expresión de las emociones es no verbal. En efecto, cuando las palabras de una persona discrepan con lo que se manifiesta a través del tono de voz, los ademanes u otros canales no verbales, la verdad emocional está en la forma en que la persona dice algo en lugar de aquello que dice. Una regla empírica utilizada en la investigación de las comunicaciones es que el 90 % o más de un mensaje emocional es no verbal”.
El proceso que realiza el cerebro para establecer nuestra parte afectiva, o emocional, consiste en un sistema realimentado similar al que permite establecer el proceso cognoscitivo, o intelectual. De ahí que Goleman escribe: “Como depósito de la memoria emocional, la amígdala explora la experiencia comparando lo que está sucediendo ahora con lo que ocurrió en el pasado. Su método de comparación es asociativo: cuando un elemento clave de una situación presente es similar al pasado, puede llamarle «igual», y es por esa razón que el circuito resulta poco preciso: actúa antes de que haya confirmación plena”.
Desde tiempos remotos se viene enfatizando la idea de la ventaja de hacer prevalecer la razón a los sentimientos, algo que puede no contemplar la realidad de nuestra propia naturaleza. Goleman escribe al respecto: “Esto invierte la antigua comprensión de la tensión entre razón y sentimiento: no se trata de que queramos suprimir la emoción y colocar en su lugar la razón, como afirmaba Erasmo, sino encontrar el equilibrio inteligente entre ambas. El antiguo paradigma sostenía un ideal de razón liberado de la tensión emocional. El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y corazón. Para hacerlo positivamente en nuestra vida, primero debemos comprender más precisamente qué significa utilizar la emoción de manera inteligente”.
Es oportuno destacar la estrecha relación existente entre el aspecto emocional de los seres humanos y su comportamiento ético. Así, la capacidad de compartir penas y alegrías, identificada con el amor al prójimo, no es otra cosa que la “empatía” de la cual hablan los neurocientíficos. Goleman escribe: “Estas cuestiones morales están planteadas por Martín Hoffman, investigador de la empatía, que afirma que las raíces de la moralidad deben encontrarse en aquella, ya que es el hecho de empatizar con las víctimas en potencia –alguien que sufre un dolor, un peligro o una privación, por ejemplo- y de compartir su aflicción lo que mueve a la gente a actuar para ayudarlas”.
Las emociones son contagiosas, ya sean positivas o negativas. Tales estados de ánimo se transmiten a través del lenguaje gestual. Edgard Allan Poe escribió: “Cuando deseo averiguar lo bueno o lo malo que es alguien, o cuáles son sus pensamientos en un momento determinado, adapto la expresión de mi rostro, lo más ajustadamente posible, de acuerdo con la expresión del suyo, y entonces espero a ver qué pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o mi corazón, para encajar o corresponder con esa expresión”. Mientras que Daniel Goleman escribe: “El cableado de los músculos faciales asegura que las emociones que giran dentro de nosotros serán exhibidas para que las lean otros (a menos que las reprimamos activamente). Y las neuronas espejo aseguran que en el momento en que alguien ve una emoción expresada en un rostro, de inmediato percibirá ese mismo sentimiento dentro de él. Así, nuestras emociones son experimentadas no sólo por nosotros, aisladamente, sino también por quienes nos rodean, tanto encubierta como abiertamente” (De “Inteligencia Social” Ed. Planeta SA)
Parece ser que, así como el aprendizaje intelectual produce ciertos agrupamientos específicos de las neuronas de nuestro cerebro, el aprendizaje, o influencia emocional también ha de dejar su huella. Goleman escribe: “Nuestras interacciones sociales desempeñan un papel incluso en el remodelado de nuestro cerebro, por medio de la «neuroplasticidad», que significa que experiencias repetidas esculpen la forma, el tamaño y la cantidad de neuronas y sus conexiones sinápticas. Llevando repetidamente nuestro cerebro a un registro dado, nuestras relaciones clave pueden moldear gradualmente ciertos sistemas de circuitos neurológicos. En rigor, ser lastimados y enojados crónicamente, o nutridos emocionalmente, por alguien con quien pasamos mucho tiempo todos los días a lo largo de años puede remoldear nuestro cerebro”. “Estos nuevos descubrimientos revelan que nuestras relaciones tienen sobre nosotros impactos sutiles pero poderosos y que duran toda la vida. Esta noticia puede no ser buena para aquellos cuyas relaciones tienden a ser negativas. Pero los mismos descubrimientos apuntan también hacia posibilidades de reparación, en cualquier momento de nuestra vida, a partir de nuestras relaciones personales”.
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