Es posible caracterizar la ética predominante en las distintas tendencias económicas a través de una expresión explícita, o bien tácita, que subyace al pensamiento económico respectivo. La ética cristiana también ha de considerarse como una actitud que se ha de manifestar incluso en los intercambios comerciales. Podemos hacer una síntesis de las ideas predominantes:
LIBERALISMO: A cada uno según lo que produce
MARXISMO: De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad
CRISTIANISMO: A cada uno un beneficio recíproco y simultáneo
La actitud liberal puede dar lugar al egoísmo, por cuanto se trata de lograr bienes materiales en forma ilimitada que puede llegar incluso hasta el lujo y la ostentación. Promueve la libertad y el trabajo, y es la que mejores resultados económicos produce.
Podemos ejemplificar esta mentalidad con un caso ocurrido en EEUU. En una reunión de vecinos, en Belmont, Massachussets, se debía aceptar, o no, el ofrecimiento estatal de cierta cantidad de dinero asignada para la construcción de un hogar de ancianos. Tal ofrecimiento fue rechazado porque se aducía que tal edificio iba a reducir los valores de las propiedades vecinas. Además, ello constituiría un mal ejemplo para los más jóvenes, porque les mostraría cómo la sociedad iría en auxilio de quienes no trabajaron suficientemente de jóvenes para tener que ser luego ayudados por los que trabajaron lo suficiente. (Caso citado en “Las condiciones culturales del desarrollo económico” de Mariano Grondona – Ed. Ariel Planeta).
Una mentalidad distinta es la propuesta por el marxismo. Se propone que el que tiene mayores aptitudes laborales produzca más que los demás, pero que consuma igual que los demás. Todo esto en el marco de la abolición de la propiedad privada.
En lugar de permitir que se produzca en libertad, para no limitar a los más capaces, permitiendo a través de los impuestos establecer una ayuda para quienes no puedan trabajar adecuadamente, se obliga a toda la sociedad a participar en una producción planificada por el Estado. En realidad, no se busca tanto beneficiar a los más necesitados como perjudicar a los que más tienen.
Al eliminarse la propiedad privada, se establece la máxima concentración de poder en el Estado por lo que a la sociedad comunista también se la denomina “sociedad de capitalismo estatal”, ya que se acentúan severamente todos los defectos atribuidos a las sociedades liberales o capitalistas.
Henry Hazlitt escribió: “Supongamos que un hombre vive en un país socialista con una población de 200 millones de personas. Trabajando hasta el agotamiento logra doblar su producción. Si lo que producía anteriormente estaba dentro del promedio, el aumento conseguido para el total de la producción nacional es de una doscientos millonésima parte. Esto significa que, a pesar de su enorme esfuerzo, si el total se distribuye igualmente entre todos, sus ingresos o consumo habrán aumentado en una doscientas millonésimas parte. En su bienestar material jamás se notará esa diferencia infinitesimal. Supongamos por el contrario que, sin que nadie se dé cuenta, no trabaja en absoluto. Entonces recibirá una doscientas millonésima parte menos de alimentos. También en este caso, su privación es tan infinitesimal que no la llegará a notar. Pero se salvará de hacer cualquier trabajo” (De “Los Fundamentos de la Moral” – Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires).
Una alternativa a ambas tendencias económicas es la sugerida por el cristianismo. En la ética cristiana se sugiere “Amar al prójimo como a uno mismo”, lo que implica que debemos compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, lo que lleva implícita cierta idea de “igualdad”.
En todo intercambio comercial o laboral, esa “igualdad” hará que se busque siempre un beneficio simultáneo entre ambas partes intervinientes, algo distinto a la propuesta liberal y también distinta a la propuesta marxista.
El liberalismo acepta que el egoísmo humano puede llegar a ser beneficioso para la economía. Sin embargo, mejor sería decir que el sistema de libre mercado puede funcionar aceptablemente a pesar del egoísmo humano.
El marxismo propone una igualdad forzada en la que se trata de bajar al de arriba en lugar de subir al de abajo. Pareciera ser una tendencia liberadora de la envidia existente en muchos seres humanos. Sin embargo, la propuesta cristiana requiere menos esfuerzo para eliminarla. En lugar de establecer el comunismo a nivel mundial, propone el amor al prójimo como un efectivo antídoto contra el “veneno envidioso” generado por muchos hombres.
Muchos autodenominados cristianos han tratado de “fortalecer” y actualizar la ética cristiana asociándola a veces al liberalismo y a veces al marxismo. Sin embargo, la ética cristiana tiene una eficacia que no le hace necesitar del apoyo de posturas erróneas que debe, con el tiempo, tratar de superar.
Marcadores