“Sólo la historia no puede formar parte de esa serie, pues no puede jactarse de contar con la misma ventaja que las otras, al faltarle el carácter fundamental de la ciencia, la subordinación de lo sabido, en cuyo lugar sólo puede exhibirse su mera coordinación. Por eso no hay ningún sistema de historia, como sí lo hay de cualquier otra ciencia. Con arreglo a ello es ciertamente un saber, mas no una ciencia. …. Las ciencias al ser sistemas de conceptos, hablan siempre de géneros; la historia de individuos”. He reproducido unas líneas de unos comentarios de Schopenhauer sobre la historia que incluyó en los complementos del primer volumen de su obra fundamental, “El mundo como representación y voluntad”. Es bien conocida de mi admiración por el gran filósofo, al que considero mi maestro fundamental. Schopenhauer fue un hombre solitario, culto y de incomparable y profunda inteligencia. Su espíritu independiente y solitario se unió con la hostilidad de su época hacia su obra, de manera que su filosofía fue un tanto hermética. Abandonó asqueado su labor docente en la universidad para dedicarse por entero, muy joven, a vivir filosóficamente. Su obra carece de espíritu crítico, sólo busca la verdad al estilo de su divinizado Platón, y si hubiese sido más crítico su obra se hubiese beneficiado. En cualquier caso su visión del problema del conocimiento histórico tiene interés.
Confunde “conocimiento de la verdad”, como Platón, con conocimiento. Las ideas que vuelan independientemente son sólo formas trascendentales. Su genealogía puede ser conocida concretamente.
Sí se puede hacer una ciencia de la historia de los individuos, en sentido de casos individuales. Casi todo el conocimiento es histórico, historia del objeto. Ël se refiere a la Historia en general. Todos los “en general” son malos conocimientos, científicos o no.
El conocimiento científico es en gran parte inductivo. Los casos que contradigan nuestro conocimiento, en vez de matarlo lo deben hacer más fuerte.
A pesar de no poder abrazar todos los casos bajo uno, siempre puedo proponer teorías objetivas, en su sentido de subordinar lo sabido a los conceptos que les corresponden, y que hemos propuesto en nuestra teoría. Si no corresponden, el problema es de la teoría, no de la disciplina.