Las mentiras me escuecen tanto como la herida que en la yema del dedo que decidí curarme con sal.
Las mentiras me acartonan la sonrisa, como el viento helado que se cuela por la casa en días bajo cero.
Las mentiras tienen las patitas cortas, y quiebran las mías sin miramientos.
Las mentiras no saben de horario ni de fechas determinadas...sólo aparecen cuando más daño pueden hacer.
Las mentiras me atan las manos a la espalda, me cosen los labios con hilo de acero.
Las mentiras clavan los dientes hasta que tocan hueso, y dejan la herida abierta, para que me entre el frío. Me trastabillan los pies, y me arañan los ojos hasta que se me nubla la vista.
Las mentiras me sacan de quicio, rompen los moldes y destrozan el juego.
Así que, si me quieres, no me mientas...quiéreme.
Besos;
Idem
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