Y no eres tú,
por lo menos de físico
la dueña de mi
y de todo mi destino.

Hasta melancolía me da
saber que no puedes tocarme
con tus manos milagrosas
para yo de ti saciarme.

Milagro fue haberte visto
maldición conocerte;
aún no conozco nada de tí
y siento que te he tenido a mi lado desde siempre.

Pero lo bueno es
que no somos dueños de nuestro destino
haber cuando el de allá arriba
se anima a cruzar nuestros caminos
de una forma más profunda
que una simple relación de amigos.

11/10/06 7:23 p.m.